Conclusiones de Samuel, Reyes y Crónicas
Las cuestiones de gobierno y liderazgo afectan todos los aspectos de la vida. Cuando las naciones y las organizaciones son bien gobernadas, las personas tienen la oportunidad de progresar. Cuando los líderes no actúan para el bien de sus organizaciones y comunidades, todo deriva en desastre. El éxito o el fracaso de cada uno de los reyes de Israel y de Judá dependía de su cumplimiento del pacto y las leyes de Dios. Con las excepciones parciales de David, Salomón y pocos más, los reyes decidieron adorar dioses falsos, lo que los llevó a seguir principios poco éticos y enriquecerse a sí mismos a costa del pueblo. Su infidelidad llevó a la destrucción eventual de Israel y Judá.
Sin embargo, la culpa no recae únicamente en los reyes. Fue el pueblo mismo el que trajo sobre sí la aflicción de la tiranía cuando pidieron que el profeta Samuel les diera un rey. Al no confiar en que Dios los protegería, estuvieron dispuestos a someterse a sí mismos al gobierno de un autócrata. “Cada nación tiene el gobierno que merece”, como lo indica Joseph de Maistre.[1] La influencia corruptora del poder es un peligro que siempre está presente, pero aún así, es necesario que las naciones y las organizaciones sean administradas. El antiguo pueblo de Israel escogió un gobierno fuerte por cuenta de la corrupción y la tiranía, una tentación que está muy presente en la actualidad. Otros pueblos se han rehusado a hacer alguno de los sacrificios —pagar impuestos, obedecer leyes, abandonar las milicias tribales y personales— requeridos para establecer un gobierno funcional y pagaron el precio en anarquía, caos y asfixia económica autoimpuesta. Tristemente, esto sigue ocurriendo actualmente en varios países. Se necesita un balance espléndido para dar lugar a un buen gobierno, un balance que está prácticamente por encima de las capacidades humanas. Si hay una lección principal que un pueblo puede tomar de Samuel, Reyes y Crónicas, es que solo al comprometernos con la gracia y la guía de Dios, Su pacto y mandamientos, podemos encontrar las virtudes necesarias para un gobierno bueno y duradero.
Esta lección aplica no solo para las naciones sino también para los negocios, escuelas, organizaciones no-gubernamentales, familias y toda clase de lugares de trabajo. La buena administración y liderazgo son esenciales para que las personas sean exitosas y prosperen económica, relacional, personal y espiritualmente. Samuel, Reyes y Crónicas exploran diferentes aspectos del liderazgo y el gobierno en una gran variedad de trabajadores. Las especificidades incluyen los peligros de la autoridad y las riquezas heredadas, los peligros de tratar a Dios como un amuleto de buena suerte en nuestro trabajo, las oportunidades que surgen para los trabajadores fieles, las alegrías y tristezas de la paternidad, el criterio piadoso para la escogencia de los líderes, la necesidad de la humildad y la colaboración en el liderazgo, el rol esencial de la innovación y la creatividad y la necesidad de la planeación para la sucesión y el desarrollo del liderazgo.
Los libros le prestan mucha atención al manejo del conflicto, mostrando tanto la carrera destructiva del conflicto reprimido como el potencial creador del desacuerdo abierto y respetuoso. También indican la necesidad de personas diplomáticas y conciliadoras, tanto formales como informales, y el rol indispensable de los subordinados que tienen la valentía de decirles la verdad —respetuosamente— a aquellos que están en el poder, a pesar del riesgo que esto represente para ellos mismos. En estos libros llenos de figuras de autoridad imperfectas, los pocos líderes que siempre demostraron un buen desempeño incluyen a Abigail, cuyas buenas habilidades de resolución de conflictos salvaron la integridad de David y la vida de sus familiares, y a la niña del nombre desconocido, que era esclava de la esposa de Naamán, cuya valentía en el servicio a la misma persona que la hizo esclava (Naamán) trajo paz entre naciones en guerra. El profeta más destacado, que fue un líder excelente en estos libros, es Eliseo, el profeta de Dios. De todos los profetas, es él quien le presta más atención al liderazgo en la vida diaria, el trabajo y los temas económicos. Él restaura el sistema hídrico de una ciudad, capitaliza comunidades económicas emprendedoras, reconcilia naciones por medio de las misiones médicas (gracias a la sugerencia de la niña esclava mencionada anteriormente), crea una cultura ética en su propia organización y mejora las condiciones de vida de viudas, hombres trabajadores, comandantes y campesinos. Traer la palabra de Dios a la humanidad da como resultado un buen gobierno, desarrollo económico y productividad agrícola.
Por desgracia, cuando se trata de los reyes, hay muchos más ejemplos malos que buenos de liderazgo y gobierno. Además de manejar mal el conflicto, como se describe anteriormente, los reyes reclutan trabajadores por la fuerza, separan familias, promueven una clase élite de funcionarios públicos y oficiales del ejército perjudicando a las personas del común, le imponen impuestos insoportables al pueblo para sustentar sus estilos lujosos de vida, asesinan a aquellos que obstaculizan su camino, confiscan propiedades arbitrariamente, desvirtúan las instituciones religiosas y eventualmente llevan sus reinos a la subyugación y el exilio. Es sorprendente que la causa de estos males no es el fracaso y la debilidad de los reyes, sino su éxito y su fuerza. Ellos tergiversan el éxito y la fuerza que Dios les da y las convierten en arrogancia y tiranía, lo que trae como consecuencia que abandonen a Dios y violen Su pacto y Sus mandatos. El corazón oscuro del liderazgo desastroso es la adoración de dioses falsos en lugar del Dios verdadero. Cuando vemos un mal liderazgo hoy día —en otras personas o en nosotros mismos— sería bueno preguntarnos antes, “¿qué dioses falsos se están adorando en esta situación?”
Así como la luz brilla más claramente en la oscuridad, en los fracasos de los reyes se resaltan algunos episodios de buen liderazgo. La música y las artes florecen bajo la administración de David. La construcción del tempo en la época de Salomón es una maravilla de la arquitectura, la construcción, la artesanía y la organización económica. Los sacerdotes en el tiempo de Joás desarrollaron un sistema para rendir cuentas en el aspecto financiero, el cual todavía se usa hoy en día. Abdías es un modelo del bien que pueden hacer las personas fieles dentro de los sistemas corruptos y las situaciones espantosas.
En la actualidad, Abdías es un mejor ejemplo para nosotros que David, Salomón o cualquiera de los reyes. El interés dominante de los reyes era, “¿cómo puedo adquirir y mantener el poder?”, pero el de Abdías era, “¿cómo puedo servir a las personas como Dios lo desea en la situación en la que estoy?” Ambas son preguntas de liderazgo. Una se centra en los bienes que se necesitan para tener el poder, y la otra en el poder necesario para el bien. Oremos que Dios llame a Su pueblo a tomar posiciones de poder y que Él nos dé el poder necesario para cumplir nuestros llamados, pero antes o después de pronunciar tales oraciones, comencemos y terminemos con, “hágase Tu voluntad”.
Joseph-Marie de Maistre, letter 76 [carta 76], Lettres et Opuscules [Cartas y panfletos] (Agosto 27 de 1811), citado en Edward Latham, Famous Sayings and Their Authors [Dichos famosos y sus autores] (Londres: Swan Sonnenschein, 1906), 181.