Cuando los hijos decepcionan (1 Samuel 8:1-3)
Cuando Samuel envejece, repite el mismo error de Elí y designa a sus propios hijos para que sean sus sucesores. Así como los hijos de Elí, ellos resultan siendo codiciosos y corruptos (1S 8:1-3). Un tema recurrente en Samuel y Reyes son los hijos de grandes líderes que resultan siendo decepcionantes (la tragedia del hijo de David, Absalón, ocupa una gran parte del relato de 2 Samuel, de los capítulos 13 al 19, a lo cual llegaremos más adelante. Consulte “El manejo deficiente de David del conflicto familiar desemboca en una guerra civil” en 2 Samuel 13-19). Esto nos recuerda que el trabajo de la paternidad es tan exigente como todas las demás ocupaciones, pero mucho más profundo emocionalmente. Aunque no se da una respuesta en el texto, podemos ver que aparentemente Elí, Samuel y David les dieron muchos privilegios a sus conflictivos hijos, pero muy poca intervención paternal. Aun así, también sabemos que incluso los padres más dedicados pueden enfrentar el dolor de tener hijos rebeldes. En vez de culpar o estereotipar las causas, notemos simplemente que ser padres es una ocupación que requiere tanta oración, habilidad, apoyo de la comunidad, buena fortuna y amor como todas las demás, e incluso más. Al final de cuentas, ser padre —ya sea que los hijos traigan alegría, decepción o algo de las dos— es depender de la gracia y la misericordia de Dios y esperar la redención de Dios por encima de lo que vemos en nuestra propia vida. Tal vez nuestro consuelo más grande es recordar que Dios también experimentó el dolor de un padre por Su Hijo condenado, pero venció todo por medio del poder del amor.