Los israelitas piden un rey (1 Samuel 8:4-22)
Al ver que los hijos de Samuel no eran idóneos, los israelitas le dicen, “danos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones”. Esta solicitud no le agrada a Samuel (1S 8:4-6), quien le advierte al pueblo que los reyes ponen grandes cargas sobre las naciones.
“Así será el proceder del rey que reinará sobre vosotros: tomará a vuestros hijos, los pondrá a su servicio en sus carros y entre su gente de a caballo, y correrán delante de sus carros. Nombrará para su servicio comandantes de mil y de cincuenta, y a otros para labrar sus campos y recoger sus cosechas, y hacer sus armas de guerra y pertrechos para sus carros. Tomará también a vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. Tomará lo mejor de vuestros campos, de vuestros viñedos y de vuestros olivares y los dará a sus siervos”. (1S 8:11-14)
De hecho, los reyes fueron tan voraces que eventualmente el pueblo clama a Dios para que los salve de ellos (1S 8:18).
Dios está de acuerdo en que es mala idea pedir un rey, porque esto se considera un rechazo de Dios mismo como rey. No obstante, el Señor decide permitir que el pueblo escoja su forma de gobierno y le dice a Samuel, “Escucha la voz del pueblo en cuanto a todo lo que te digan, pues no te han desechado a ti, sino que me han desechado a Mí para que no sea rey sobre ellos” (1S 8:7). Como lo dice el erudito bíblico John Goldingay, “Dios comienza a trabajar con Su pueblo en donde este se encuentre; si no pueden seguir Su camino más alto, Él traza uno más bajo. Cuando no responden al espíritu de Yahweh o cuando se dejan llevar hacia la anarquía, Él provee… el salvoconducto institucional de los gobernadores terrenales”. Algunas veces Dios permite la existencia de instituciones que no son parte de Su propósito eterno, y uno de los ejemplos más claros es la monarquía de Israel.
Tanto Dios como Samuel mostraron una gran humildad, resiliencia y gracia al permitir que Israel tomara decisiones, cometiera errores y aprendiera de las consecuencias. En muchas situaciones institucionales y laborales, el liderazgo se debe ajustar a las malas decisiones de las personas, pero al mismo tiempo debe dar oportunidades de crecimiento y gracia. La advertencia de Samuel a Israel podría servir fácilmente como una advertencia actual para las naciones, negocios, iglesias, escuelas y otras organizaciones. En nuestro mundo caído, las personas abusan del poder y tenemos que adaptarnos y al mismo tiempo hacer lo que podamos para cambiar las cosas. Nuestro anhelo es amar a Dios y tratar a las demás personas como Dios manda en la ley dada a Moisés, lo cual ha sido extremadamente difícil para el puedo de Dios en todas las épocas.