Los peligros de la autoridad heredada (1 Samuel 1-3)
Por las últimas palabras del libro de Jueces y los primeros capítulos de 1 Samuel, sabemos que los israelitas no tienen un líder y que están lejos de Dios. Lo más cercano a un líder nacional es el sacerdote Elí, quien con sus hijos administra el templo en Silo. La prosperidad económica, militar y política de los israelitas depende de su fidelidad a Dios, así que el pueblo trae sus ofrendas y sacrificios al templo. Sin embargo, la interacción de los sacerdotes con Dios es una farsa. “Los hijos de Elí eran hombres indignos… porque los hombres menospreciaban la ofrenda del Señor” (1S 2:12, 17). Ellos son poco fiables como líderes humanos y no honran a Dios en sus corazones. Los que vienen a adorar se encuentran con que aquellos que deberían dirigirlos hacia una experiencia de adoración, les están robando.
Los peligros de la autoridad heredada
Lo primero que observamos es que la autoridad heredada es peligrosa en sí misma, lo cual es preocupante para una nación que está cerca de convertirse en una monarquía. Esto se da por dos razones: la primera es que no hay garantía de que incluso los descendientes del líder más grandioso serán competentes y fieles. La segunda es que con frecuencia, heredar el poder corrompe por sí mismo ya que resulta con demasiada frecuencia en la complacencia o —como en el caso de los hijos de Elí— la creencia de que se tiene derecho al poder. El trabajo del sacerdote es un cargo sagrado para Dios, pero los hijos de Elí lo ven como una posesión personal (1S 2:12-17). Al crecer en una atmósfera que se asimila de cierta forma a un negocio familiar, ellos esperan heredar los privilegios de su padre desde una corta edad. Debido a que este “negocio familiar” es el templo mismo de Dios —lo que le da a la familia una pretensión de la autoridad divina sobre el pueblo—, la mala conducta de los hijos de Elí es incluso más nociva.
Los negocios familiares y las dinastías políticas en el mundo actual tienen paralelos con la situación de Elí. El fundador del negocio o el orden político puede haber traído muchos beneficios al mundo, pero si los herederos lo ven como un medio para la ganancia personal, los afectados son aquellos a quienes deberían servir. Todos se benefician cuando los fundadores y sus sucesores son fieles al buen propósito original. El mundo es un mejor lugar, el negocio y la comunidad prosperan y la familia está bien abastecida. Pero, cuando se abandona el propósito original o se corrompe, el negocio o la comunidad sufren, y la organización y la familia están en peligro.
La triste historia del poder heredado en gobiernos, iglesias, negocios y otras organizaciones nos advierte que por lo general, aquellos que esperan recibir el poder como un derecho, no sienten la necesidad de desarrollar las habilidades, autodisciplina y actitud de servicio que se requieren para ser buenos líderes. Esta realidad desconcertó al maestro de Eclesiastés. “Asimismo aborrecí todo el fruto de mi trabajo con que me había afanado bajo el sol, el cual tendré que dejar al hombre que vendrá después de mí. ¿Y quién sabe si será sabio o necio? Sin embargo, él tendrá dominio sobre todo el fruto de mi trabajo con que me afané obrando sabiamente bajo el sol” (Ec 2:18-19). Esto era real para él y es una realidad para nosotros hoy día. Con frecuencia, las familias que ganan riqueza y poder gracias a los éxitos de un emprendedor en una generación, suelen perder estas ganancias en la tercera generación y también sufren disputas familiares devastadoras y desgracias personales.[1] Esto no quiere decir que el poder heredado o la riqueza siempre llevan a resultados de pobreza, sino que la heredad es una política peligrosa para el gobierno. Las familias, organizaciones o gobiernos que otorgan la autoridad por herencia harían bien en desarrollar una multiplicidad de medios para contrarrestar los peligros que conlleva la heredad. Existen asesorías y organizaciones que se especializan en apoyar a las familias y los negocios en situaciones de sucesión.
Dios llama a samuel a suceder a elí
Si no eran sus indignos hijos, ¿quién podría ser el sucesor de Elí como sacerdote? En 1 Samuel 3:1-4:1 y 7:3, 17 se revela el plan de Dios para levantar al joven Samuel como sucesor de Elí. Samuel recibe uno de los pocos llamados audibles de parte de Dios que se registran en la Biblia, pero observe que este no es un llamado a un tipo de trabajo o ministerio (Samuel había estado sirviendo en la casa del Señor desde que tenía dos o tres años y la elección de su oficio la hizo su madre. Ver 1S 1:20-28 y 2:18-21). No obstante, es un llamado a una tarea, concretamente, a informarle a Elí que Dios ha decidido castigarlo a él y a sus hijos, quienes pronto perderían el lugar de sacerdotes de Dios. Después de atender este llamado, Samuel continúa sirviendo bajo el mando de Elí hasta que es reconocido como profeta por sí mismo (1S 4:1) y sucede a Elí luego de su muerte (1S 4:18). Samuel se convierte en el líder de pueblo de Dios, no debido a una ambición egoísta o la creencia de que tiene el derecho a serlo, sino porque Dios le ha dado una visión (1S 3:10-14) y los dones y habilidades para guiar al pueblo a que lleve a cabo esa visión (1S 3:19-4:1) (para más información sobre el tema del llamado al trabajo, ver Perspectiva general de la vocación).
“Lost Inheritance” [Herencia perdida], Missy Sullivan, Wall Street Journal Money [Periódico Wall Street - Dinero], Marzo 8 del 2012, http://online.wsj.com/news/articles/SB10001424127887324662404578334663271139552.