El camino hacia el exilio del reino del sur (1 Reyes 11:41-2 Reyes 25:26; 2 Crónicas 10-36)
Al seguir los pasos del reino de norte, los gobernantes del reino del sur pronto comienzan a caer en idolatría y maldad. Bajo el gobierno de Roboam, el pueblo edificó “para sí lugares altos, pilares sagrados y Aseras en toda colina alta y bajo todo árbol frondoso. Hubo también en la tierra sodomitas de cultos paganos. Hicieron conforme a todas las abominaciones de las naciones” (1R 14:23-24). Los sucesores de Roboam fluctuaron entre ser fieles a Dios y hacer el mal delante de los ojos del Señor. Por un tiempo, Judá tuvo suficientes reyes buenos para retrasar el desastre, pero en los últimos años, el reino cayó en el mismo estado en que había caído el reino del norte. Los babilonios conquistaron la nación y deportaron a los reyes y las élites (2R 24-25). La infidelidad de los reyes que el pueblo había pedido en contra del consejo de Dios cientos de años atrás, culmina en un colapso financiero, en la destrucción de la fuerza obrera, en hambruna y el asesinato o deportación de la mayoría de la población. El desastre predicho se extiende por setenta años hasta que el rey Ciro de Persia autoriza el regreso de algunos de los judíos para que reconstruyan el templo y la muralla de Jerusalén (2Cr 36:22-23).
Rendición de cuentas sobre el aspecto financiero en el templo (2 Reyes 12:1-12)
Regresar al Índice Regresar al ÍndiceParadójicamente, un ejemplo de la degeneración del reino sirve para traer a la luz un modelo de buenas prácticas financieras. Como casi todos los líderes del reino, los sacerdotes se había vuelto corruptos y en vez de usar las donaciones que traían las personas para mantener el templo, robaban el dinero y lo dividían entre ellos mismos. Bajo la dirección de Joás, uno de los pocos reyes que “hizo lo recto ante los ojos del Señor” (2R 12:2), los sacerdotes crean un sistema de contabilidad eficiente. Este consiste en colocar en el templo un cofre cerrado con un agujero en la tapa para recibir las donaciones, y cuando se llena, el sumo sacerdote y el escriba del rey lo abren juntos, cuentan el dinero y contratan a carpinteros, constructores, albañiles y canteros para que ellos hagan las reparaciones. Esto asegura que el dinero se use para el propósito correcto.
En la actualidad se sigue usando el mismo sistema, por ejemplo cuando se cuenta el dinero en efectivo de los cajeros automáticos. El principio de que incluso los individuos de confianza deben estar sujetos a la inspección y la rendición de cuentas es la base de la buena administración. Cuando una persona que tenga una posición de poder —especialmente el poder de manejar las finanzas— trata de evadir los controles, la organización está en peligro. Gracias al hecho de que Reyes incluye este episodio, sabemos que Dios valora el trabajo de los empleados bancarios, contadores, auditores, reguladores bancarios, conductores de vehículos blindados, trabajadores de seguridad computacional y otros que protegen la integridad de las finanzas. También insta a toda clase de líderes a que tomen la iniciativa de establecer un ejemplo personal de rendición pública de cuentas invitando a otras personas a que inspeccionen su trabajo.
La arrogancia y el fin de los reinos (2 Crónicas 26)
Regresar al Índice Regresar al Índice¿Cómo pudieron los reyes caer tan fácilmente en la maldad? La historia de Uzías nos aporta algunas ideas. Él asciende al trono a sus dieciséis años y al comienzo “hizo lo recto ante los ojos del Señor” (2Cr 26:4). Su corta edad representa una ventaja, ya que reconoce su necesidad de la guía de Dios. “Y persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, quien tenía entendimiento por medio de la visión de Dios; y mientras buscó al Señor, Dios le prosperó” (2Cr 26:5).
Es interesante que gran parte del éxito que Dios le da a Uzías se relaciona con el trabajo común. “Edificó también torres en el desierto y excavó muchas cisternas, porque tenía mucho ganado, tanto en las tierras bajas como en la llanura. También tenía labradores y viñadores en la región montañosa y en los campos fértiles porque amaba la tierra” (2Cr 26:10). “Y en Jerusalén hizo máquinas de guerra inventadas por hombres hábiles” (2Cr 26:15).
La Escritura nos dice que “fue ayudado en forma prodigiosa hasta que se hizo fuerte” (2Cr 26:15). Entonces, su fuerza se convierte en su ruina ya que comienza a servirse a sí mismo en vez de al Señor. “Cuando llegó a ser fuerte, su corazón se hizo tan orgulloso que obró corruptamente, y fue infiel al Señor su Dios” (2Cr 26:16). Él intenta usurpar la autoridad religiosa de los sacerdotes, lo que lleva a una revuelta en el palacio que le cuesta el trono y lo deja como un marginado por el resto de su vida. La historia de Uzías presenta una gran lección para las personas en posiciones de liderazgo hoy día. El carácter que lleva al éxito —especialmente nuestra dependencia de Dios— se corroe fácilmente por los poderes y los privilegios que el mismo éxito produce. ¿Cuántos líderes políticos, de negocios y de ejércitos han llegado a pensar que son invencibles y por esto pierden la humildad, la disciplina y la actitud de servicio que son necesarias para seguir siendo exitosos? ¿Cuántos de nosotros en cualquier nivel de éxito hemos prestado más atención a nosotros mismos y menos a Dios cuando nuestro poder aumenta incluso ligeramente? Uzías tuvo incluso el beneficio de que sus subordinados se le opusieran cuando actuó incorrectamente, pero decidió ignorarlos (2Cr 26:18). ¿Qué o a quién tiene usted para ayudarle a evitar que se deje llevar por el orgullo y alejarse de Dios en caso de que su éxito aumente?