Elías restaura el hacha de un leñador (2 Reyes 6:1-7)
Cuando estaba cortando madera a la orilla del río Jordán, el hierro del hacha que estaba usando uno de los profetas que acompañaba a Elías cayó en el río. Esta se la había prestado un leñador y el precio de una pieza tan sólida de hierro en la edad de bronce habría significado la ruina financiera para el dueño; por esta razón, el profeta que la tomó prestada se angustia. Eliseo se interesa de forma personal e inmediata por la pérdida económica y hace que el hierro flote sobre el agua, en donde podían recuperarla y devolverla a su dueño. Una vez más, Eliseo interviene para permitir que alguien trabaje para ganar su propio sustento.
El don de un profeta es discernir los propósitos de Dios en la vida diaria y trabajar y actuar de acuerdo a ello. Dios llama a los profetas a que restauren la buena creación de Dios en medio de un mundo caído, en formas que señalan al poder y la gloria de Dios. El aspecto teológico del trabajo de un profeta —llamar a las personas a que adoren al Dios verdadero— está acompañado de forma inevitable de un aspecto práctico, que es restaurar el buen funcionamiento del orden creado. El Nuevo Testamento nos dice que algunos cristianos también están llamados a ser profetas (1Co 12:28; Ef 4:11). Eliseo no solo es un personaje histórico que demuestra el interés de Dios por el trabajo de Su pueblo, sino que también es un ejemplo para los cristianos en la actualidad.