Eliseo restaura la salud de un comandante militar (2 Reyes 5:1-14)
Cuando Eliseo cura la lepra de Naamán, un comandante del ejército de Siria —el enemigo de Israel—, se producen repercusiones importantes en el campo del trabajo. “No es algo insignificante que una persona enferma se recupere, especialmente un leproso”, como dice Jacques Ellul en su ensayo esclarecedor sobre este pasaje,[1] porque la sanación restaura la habilidad para trabajar. En este caso, la sanidad restaura a Naamán para que regrese a su trabajo de administración asesorando a su rey sobre los acuerdos con el rey de Israel.
Es interesante que la sanación de un extranjero también lleva a la restauración de la ética cultural en la misma organización de Eliseo. Naamán ofrece recompensar generosamente a Eliseo por la sanación, pero él no acepta nada por lo que considera simplemente como hacer la voluntad del Señor. Sin embargo, un siervo de Eliseo llamado Giezi ve una oportunidad para ganar una remuneración extra, por lo que persigue a Naamán y le dice que Eliseo ha cambiado de opinión y que aceptará un pago significativo después de todo. Luego de recibir el pago, Giezi esconde su ganancia ilícita y le miente a Eliseo para cubrir sus actos, pero Eliseo responde anunciando que Giezi recibirá la misma lepra que había salido del cuerpo de Naamán. Es evidente que Eliseo reconoce que tolerar la corrupción en su organización erosionará rápidamente todo lo bueno que ha hecho en una vida entera de servicio a Dios.
Las acciones de Naamán demuestran otro aspecto en esta historia. Él tiene un problema, que es la lepra y necesita ser sanado. Sin embargo, la noción que se había formado desde antes de cómo sería la respuesta —algo así como un encuentro dramático con un profeta— lo lleva a rehusarse a aceptar la solución verdadera cuando se la ofrecen, la cual era bañarse en el río Jordán. Cuando escuchó este remedio tan simple que le transmitió el mensajero de Eliseo, en vez de Eliseo mismo, “Naamán se enojó”. Ni la solución ni la fuente parecen lo suficientemente buenas como para que Naamán les preste atención.
En el mundo actual, este problema de dos facetas se repite con frecuencia. Primero, uno de los líderes principales ignora la solución que propone un empleado de menor nivel porque no está dispuesto a considerar ideas de alguien que considera como poco calificado. En su libro Good to Great [Empresas que sobresalen], Jim Collins señala que la humildad es el primer indicador de lo que llama un “líder nivel 5”, o la disposición de escuchar ideas provenientes de muchas fuentes.[2] Segundo, la solución no se acepta porque no coincide con el criterio del líder.
Gracias a Dios que muchos líderes actuales, igual que Naamán, tienen subordinados que están dispuestos a tomar el riesgo de hablarles con sensatez. No solo se necesitan jefes humildes en las organizaciones, sino también subordinados valientes. Asombrosamente, la persona por la cual se pone en marcha todo el episodio es la persona de menor estatus de todas, una niña extranjera que Naamán había capturado en una incursión y que había dado a su esposa como esclava (2R 5:3). Este es un recordatorio hermoso de cómo la arrogancia y las expectativas equivocadas pueden bloquear la perspectiva, pero la sabiduría de Dios sigue tratando de vencer de todas formas.
Jacques Ellul, The Politics of God & the Politics of Man [La política de Dios y la política del hombre] Grand Rapids: Eerdmans, 1972), 35.
Jim Collins, Good to Great (HarperBusiness, 2001), 22-25.