Comunidades dotadas (1 Corintios 12:1-14:40)
El uso de lo que se ha denominado “los dones espirituales” (12:1) parece haber causado muchas disputas en la iglesia de Corinto. Aparentemente, en particular el don de lenguas (es decir, las palabras en éxtasis guiadas por el Espíritu) se estaba usando para acentuar las diferencias de estatus en la iglesia, ya que los que practicaban este don afirmaban que eran más espirituales que los que no (ver 12:1–3, 13:1, 14:1–25).[1] Para frenar esto, Pablo expresa una perspectiva amplia sobre los dones del Espíritu de Dios que tiene grandes aplicaciones para el trabajo.
Lo primero a observar es que el término “dones espirituales” es demasiado limitado para describir el tema del que habla Pablo. Son “espirituales” en el amplio sentido de que los origina el Espíritu de Dios, no en el sentido limitado de ser inmateriales o paranormales. Y “don” es solo uno de los varios términos que Pablo usa para el fenómeno que tiene en mente. En el capítulo 12 solamente, les llama a los diversos dones “ministerios” (12:5), “operaciones” (12:6), “manifestación” (12:7), “facultades” (RVA), “ayudas” y “clases” (12:28). El uso exclusivo del término “don espiritual” para referirse a lo que Pablo también llama “manifestación del Espíritu para el bien común” o “clases de servicio” tiende a sesgar nuestro pensamiento.[2] Indica que el Espíritu de Dios sustituye o ignora las destrezas y capacidades “naturales” que Dios nos ha dado. Implica que el receptor del “don” es su beneficiario previsto. Nos hace pensar que la adoración, no el servicio, es el propósito principal del trabajo del Espíritu. Todas estas son suposiciones falsas según 1 Corintios. El Espíritu Santo no se deshace de nuestras habilidades corporales, sino que las honra y emplea (12:14–26). Se beneficia la comunidad u organización, no solamente el individuo (12:7). El propósito es edificar la comunidad (14:3–5) y servir a las personas de afuera (14:23–25), no solamente mejorar la calidad de la adoración. Un mejor término podría ser “dádiva”, ya que representa mejor estas importantes connotaciones.
Segundo, parece que Pablo está dando varios ejemplos y no una lista exhaustiva. Él también hace una lista de los dones que Dios da en Romanos 12:6–8, Efesios 4:11 y 1 Pedro 4:10–11, y las diferencias entre las listas indican que son ilustrativas y no exhaustivas. Entre ellas no hay una lista fija ni una forma estándar de referirse a las distintas formas en que se dan los dones. Entonces, a pesar de gran parte de la literatura popular sobre el tema, es imposible compilar una lista definitiva de los dones espirituales, ya que demuestran una variedad sorprendente. Algunos son lo que llamaríamos sobrenaturales (hablar en lenguajes desconocidos), mientras que otros parecen ser capacidades naturales (el liderazgo) o incluso rasgos de la personalidad (la misericordia). Como hemos visto, Pablo nos dice, “hacedlo todo para la gloria de Dios” (1Co 10:31) y aquí hace una lista de algunas de las cosas asombrosas que Dios nos dará la capacidad de hacer.
Aquí, Pablo tiene en mente a la iglesia (14:4, 12) y algunos cristianos creen que este pasaje significa que el Espíritu les da dones solo para usar dentro de la iglesia. Sin embargo, Pablo no nos da una razón para creer que estos dones se limiten a los confines de la iglesia. El reino de Dios abarca todo el mundo, no solo las instituciones eclesiales. Los creyentes pueden y deben ejercer sus dádivas en todo contexto, incluyendo el lugar de trabajo. Muchas de las dádivas que se nombran aquí —tales como el liderazgo, el servicio y el discernimiento— beneficiarán de forma inmediata el lugar de trabajo. Otras sin duda se nos darán en cuanto sean necesarias para contribuir a los propósitos de Dios en cualquier trabajo que hagamos. Por supuesto, debemos desarrollar las dádivas que hemos recibido y usarlas para el bien común en todas las áreas de la vida.
De hecho, la pregunta más importante no es quién, dónde, qué o cómo ejercemos las dádivas del Espíritu de Dios. La cuestión más importante es por qué las usamos y la respuesta es, “por amor”. Los dones, los talentos y las capacidades —los cuales vienen de Dios— son fuentes para la excelencia en nuestro trabajo. Pero mientras comienza a discutir la importancia del amor, Pablo dice, “Y aun yo os muestro un camino más excelente” (12:31), “el mayor de ellos es el amor” (13:13). Si ejerzo todas las dádivas maravillosas del Espíritu de Dios “pero no tengo amor”, dice Pablo, “nada soy” (13:2). Es común que el capítulo 13 se lea en las bodas, pero de hecho es un manifiesto perfecto para el lugar de trabajo.
El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. (13:4–7)
Si los cristianos mostramos estas clases de amor en nuestro lugar de trabajo, ¿cuánto más productivo y enriquecedor sería el trabajo para todos? ¿Cuánta gloria le daría a nuestro Señor? ¿Qué tanto nos acercaríamos al cumplimiento de nuestra oración, “venga Tu reino”?
Ver Dale B. Martin, The Corinthian Body [El cuerpo corintio] (New Haven: Yale University Press, 1995), 87–92.
Para consultar una discusión académica sobre los problemas que involucra el término “dones espirituales”, ver Kenneth Berding, “Confusing Word and Concept in ‘Spiritual Gifts’: Have We Forgotten James Barr’s Exhortations?” [La palabra y el concepto confuso en ‘dones espirituales’: ¿hemos olvidados las exhortaciones de James Barr?] Journal of the Evangelical Theological Society [Revista de la sociedad teológica evangélica] 43 (2000): 37–51.