Conclusión de 1 Corintios
La primera carta a los corintios tiene mucho que contribuir a la perspectiva bíblica del trabajo. Por encima de todo, establece un sentido sano del llamado a todas las clases legítimas de trabajo. En sus palabras de apertura, Pablo enfatiza en que Dios los ha llamado tanto a él como a los creyentes de Corinto a seguir a Cristo. Dios les concede a todos los creyentes los recursos espirituales y dádivas concretos para el servicio de otros. Nuestra efectividad no depende de nuestros propios méritos, sino del poder de Dios. Al depender de Su poder, podemos y debemos esforzarnos por hacer un buen trabajo. Dios nos guía a tener una visión y un propósito común en nuestro trabajo, lo que requiere un conjunto diverso de personas desempeñándose en una gran variedad de trabajos. Los líderes son necesarios para darle un enfoque eficaz a toda esta diversidad y variedad.
Los líderes en el reino de Dios son siervos de aquellos a los que lideran, responsables del cumplimiento de las tareas del grupo al tiempo que suplen sus necesidades. Sea cual sea la posición que tengamos, es más importante trabajar cada día según los propósitos de Dios que usa todo nuestro tiempo y energía buscando el trabajo perfecto. Ya que sabemos que Cristo regresará para cumplir la restauración de Dios del mundo a su diseño original, tenemos la confianza de trabajar diligentemente con miras al reino venidero de Cristo. Cuando trabajamos de acuerdo con nuestras capacidades, Dios recompensa dicha labor con una parte justa de los frutos de nuestro trabajo. Los cristianos somos llamados a tener estándares de salarios justos y trabajo justo.
Nuestra meta final es el reino de Dios y Su gloria. Esto nos da libertad de usar los recursos del mundo, pero debemos ser mayordomos de ellos para el beneficio de todas las personas, incluyendo las futuras generaciones. De hecho, ni siquiera deberíamos pensar en balancear las necesidades de un individuo frente a las de otro, sino en términos de edificar comunidades de apoyo y servicio mutuos. El amor es el eje central real del reino de Dios y cuando es nuestra motivación al trabajar por las personas por las cuales Cristo trabajó y murió, nuestro trabajo no es en vano. Tiene una importancia eterna y sobrevive junto con nosotros en el nuevo mundo del reino establecido de Dios. Mientras tanto, nos esforzamos por estar seguros de usar los recursos a nuestra disposición para cuidar a los que tienen necesidades.