La extraña forma de avanzar (Apocalipsis 6 - 16)
Sin embargo, el plan de Dios para el avance de Su reino da un giro inesperado: antes de la liberación viene el desastre. Aunque tal vez no es tan sorprendente. Los capítulos 6–16 evocan principalmente el episodio paradigmático de cuando Dios libera a Su pueblo, el éxodo de Egipto. El agua que se convierte en sangre, la plaga de langostas, el oscurecimiento de los cuerpos celestiales —todos estos señalan que Dios propicia el éxodo final de Su pueblo de los faraones que los oprimían en ese tiempo. De nuevo, sea que lo veamos como algo que sucedió principalmente en la época de Juan o que suceda en algún punto en el futuro, la idea básica se mantiene. Los caminos de Dios son consistentes en todas las épocas. Los patrones de la historia se repiten mientras Dios le abre camino a los nuevos cielos y la nueva tierra.[1]
Esto tiene una importancia profunda en el lugar de trabajo. Veamos los reconocidos cuatro jinetes del Apocalipsis (Ap 6). Por lo general, se cree que representan la guerra y sus consecuencias devastadoras de la muerte, la hambruna y las plagas.[2] El aviso en 6:6 nos interesa de una forma especial, “Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes que decía: Un litro de trigo por un denario y tres litros de cebada por un denario, y no dañes el aceite y el vino”. Aunque no es claro lo que se dice sobre el aceite y el vino (puede significar que el juicio es solo parcial[3]), los precios del trigo y la cebada están claramente inflados (David Aune dice que es ocho veces el precio normal del trigo y cinco y un tercio de veces el precio normal de la cebada).[4]
Aunque esto se puede referir a una devastación futura, el ciclo es demasiado conocido para todas las generaciones: la incapacidad de los seres humanos de llevársela bien de forma pacífica tiene consecuencias económicas horrorosas. Como los cristianos también sufrimos de esta manera (ver el quinto sello, Ap 6:9–11), debemos enfrentar el hecho de que con frecuencia, nuestro trabajo y lugares de trabajo están sometidos a fuerzas que se salen de nuestro control. Sin embargo, por más horribles que puedan ser estas fuerzas, otro mensaje de Apocalipsis 6 es que están bajo el control de Dios. En la medida en que podamos, debemos luchar por crear lugares de trabajo en donde la justicia se sostenga y donde las personas puedan experimentar la bendición de desarrollar los dones que Dios les ha dado. Sin embargo, debemos reconocer que la providencia de Dios también permite que lleguen catástrofes a nuestra vida. Apocalipsis nos anima a ver el destino final de la Nueva Jerusalén, en medio de un camino que por lo general es pedregoso.
Tal vez también hay un reto implícito en 6:6 a que evitemos explotar a los vulnerables en tiempos de necesidad. Puede que las realidades económicas demanden un aumento de precios durante una crisis, pero esa no es una excusa para obtener ganancias cuantiosas a través de la miseria de otros.
Las trompetas en los capítulos 8 y 9 enseñan una lección similar, aunque aquí el énfasis se encuentra en el desastre ambiental. Ya que no se mencionan los mecanismos exactos, es posible que la devastación ecológica involucre la corrupción humana junto a los fenómenos claramente sobrenaturales. La clave es que Dios golpea el mundo en su capacidad porque este es el que nutre la humanidad idólatra. Esto no solo se hace para castigar sino también para que las personas vean el hecho de que la tierra es de Dios, tanto como lo es el cielo. No podemos maquinar un camino fuera de la presencia de Dios. No podemos manipular el medioambiente para que funcione como un refugio para protegernos de Él.
Mientras avanza Apocalipsis, el énfasis pasa de los juicios de Dios en el mundo al testimonio fiel de Su pueblo bajo el gobierno de la Bestia (que puede ser un gobernante idólatra al final de la historia o el arquetipo de tales gobernantes idólatras). Es irónico (deliberadamente) que los “vencedores” fieles (Ap 2–3) en cierto nivel son “vencidos” por la Bestia (Ap 13:7), aunque finalmente Dios obtiene la venganza por ellos (Ap 11:11). El sufrimiento de los santos incluye el sufrimiento económico: los que se rehúsan a la famosa “marca de la Bestia” no se les permite “comprar ni vender” (Ap 13:17). Las analogías con la “marca” de Ezequiel 9 sugieren que la marca de la Bestia es un símbolo de observancia del sistema idólatra (¿romano?) (“666” puede representar a “Nerón César”, el gran emperador malo). Pero aunque uno tome una perspectiva más literal y futurista, la lección espiritual es clara: algunas veces negarse a seguir el sistema del mundo de la adoración falsa puede traer consecuencias económicas negativas para los fieles. Esto puede ocurrir a una mayor o menor escala en toda sociedad.[5] Juan no niega que seguir los caminos de Dios puede traer consecuencias económicas positivas (como se enseña claramente en Proverbios, por ejemplo). Pero según el resto de Apocalipsis, está diciendo que las fuerzas del mal —aunque finalmente están bajo el control de Dios— pueden voltear las cosas de tal forma que lo que debería llevar a bendición, lleva al sufrimiento. Los cristianos siempre deben proponerse hacer lo correcto y honrar a Dios, sabiendo que esto podría excluirlos de las oportunidades económicas. El juicio sobre los idólatras es seguro y ningún tipo de ganancia financiera merece que nos vinculemos con los que se oponen a Dios. Es por esto que la diferencia entre los seguidores de la Bestia en el capítulo 13 y los 144.000 del capítulo 14 se ve tan inmediatamente, “En su boca no fue hallado engaño” (Ap 14:5). Ellos mantienen su testimonio fiel y verdadero de Dios sin importar las circunstancias.
Si creemos que Apocalipsis se centra principalmente en la época de Juan, el tema del “éxodo” puede referirse en primera instancia al hecho de que los que mantienen su testimonio fiel “saldrán” a la presencia de Dios luego de su muerte. Una perspectiva futurista pondrá el énfasis en el derrocamiento literal de los reinos malvados y la entrada del pueblo de Dios en el reino del milenio (el cual puede ser o no concebido como centrado en Israel). De cualquier manera, en ambos casos, el cumplimiento final del tema del éxodo es la entrada del pueblo de Dios en la Nueva Jerusalén (ver más adelante).
Ver, por ejemplo, Ben Witherington, Revelation [Apocalipsis] (Cambridge: Cambridge University Press, 2003), 132–34; Grant R. Osborne, Revelation [Apocalipsis], vol. 27, Baker Exegetical Commentary on the New Testament [Comentario exegético del Nuevo Testamento de Baker] (Grand Rapids: Baker Academic, 2002), 274; G. K. Beale, Revelation [Apocalipsis] (Grand Rapids: Eerdmans, 1999), 370–71.
Para consultar autores que están de acuerdo con esta perspectiva, ver el estudio en Osborne, 281.
Consultar el estudio exhaustivo en David E. Aune, “Rev 6–16” [Ap 6–16], vol. 52b, Word Biblical Commentary [Comentario bíblico de la Palabra] (Dallas: Word, 1998), 397–400.
Consulte los acertados comentarios de Osborne, 518.