La obra de Dios en nosotros (Filipenses 1:1 - 26)
En el contexto de su oración inicial por los filipenses (Fil 1:3–11), Pablo comparte su convicción sobre el trabajo de Dios en y entre los creyentes en Filipos. “Estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Fil 1:6). La “obra” a la que Pablo se refiere es la obra del nuevo nacimiento en Cristo, que lleva a la salvación. El mismo Pablo participa en esa obra al predicarles el evangelio y la continua al ser su maestro y apóstol, y además, dice que es “una labor fructífera” (Fil 1:22). Sin embargo, el trabajador implícito no es Pablo sino Dios, porque Dios es “el que comenzó en vosotros la buena obra” (Fil 1:6). “Y esto proviene de Dios” (Fil 1:28, NVI).
Aunque algunas versiones en español e inglés hablan de la obra de Dios “entre ustedes”, la mayoría de traducciones hablan de la obra de Dios “en ustedes”. Ambas ideas son pertinentes y la frase griega en humin se puede traducir de cualquiera de las dos formas. La buena obra de Dios comienza en cada vida de forma individual. Sin embargo, es para ser vivida entre los creyentes en su comunión juntos. El punto principal del versículo 6 no es restringir la obra de Dios a individuos o a la comunidad como un todo, sino resaltar el hecho de que toda obra de ellos es obra de Dios. Además, esta obra no se completa cuando los individuos “son salvos” o cuando se plantan iglesias. Dios sigue trabajando en y entre nosotros hasta que Su obra se complete en “el día de Cristo Jesús”. Solo cuando Cristo regrese, la obra de Dios estará terminada.
El trabajo de Pablo es como evangelista y apóstol, y hay señales de éxito y ambición en su profesión, como en cualquier otra. Cuántos convertidos gana, cuánto dinero recauda, cuántas personas lo alaban por ser su mentor espiritual, cómo se comparan sus números con los de otros evangelistas —estos pueden ser puntos de orgullo y ambición. Pablo admite que estas motivaciones existen en su profesión, pero insiste en que la única motivación correcta es el amor (Fil 1:15–16). La implicación es que esto también es verdad en todas las demás profesiones. Todos estamos tentados a trabajar para obtener las señales del éxito —incluyendo el reconocimiento, la seguridad y el dinero—, lo que puede llevarnos al “interés personal” (eritieias, tal vez más precisamente traducido como “autopromoción injusta”).[1] Estas señales no son completamente malas, ya que con frecuencia se dan cuando alcanzamos los propósitos legítimos de nuestro trabajo (Fil 1:18). Hacer el trabajo es importante, incluso si nuestra motivación no es perfecta. Pero aún así, a largo plazo (Fil 3:7–14), la motivación es incluso más importante, y la única motivación que imita la de Cristo es el amor.
James Strong, Enhanced Strong’s Lexicon [El diccionario mejorado de Strong] (Ontario: Woodside Bible Fellowship, 1995), G2052.