El Espíritu Santo empodera la generosidad radical con toda clase de recursos (Hechos 2:42–47; 4:32–37)
Hay dos ideas finales que es importante señalar respecto al uso de los recursos en la comunidad cristiana primitiva. La primera es la necesidad del Espíritu Santo para poder practicar la generosidad radical. Las descripciones de la comunidad en Hechos 2:42–47 y 4:32–37 se encuentran inmediatamente después de las dos primeras manifestaciones principales del Espíritu Santo. Lucas no podría haber sido más claro al forjar un enlace entre la presencia y el poder del Espíritu y la habilidad de la comunidad para vivir con una generosidad similar a la de Cristo. Debemos entender que uno de los trabajos fundamentales del Espíritu en la vida de los primeros cristianos fue el desarrollo de una comunidad que tomó una postura radicalmente diferente respecto a la utilización de recursos. Así que, aunque con frecuencia nos vemos atrapados buscando las manifestaciones más espectaculares del Espíritu (las visiones, lenguas y otras similares), debemos considerar el hecho de que el simple acto de compartir o la hospitalidad consistente pueden ser algunos de los dones más grandiosos del Espíritu Santo.
La segunda idea, para que no comencemos a pensar que esta palabra solo es para los que tienen recursos financieros, la encontramos cuando vemos que Pedro y Juan demuestran que todos los recursos se deben usar para el bien de otros. En Hechos 3:1–10, Pedro y Juan encuentran a un hombre pidiendo limosna en la puerta del templo. El hombre estaba pidiendo dinero, pero Pedro y Juan no tenían para darle. Sin embargo, son testigos de la venida del reino por medio de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Por lo tanto, Pedro responde, “No tengo plata ni oro, mas lo que tengo, te doy: en el nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡anda!” (Hch 3:6). Aquí tenemos un ejemplo de lo que significa compartir recursos que no están relacionados con la riqueza monetaria. En varias ocasiones en Hechos encontramos el uso del poder y la posición para edificar la comunidad.
Tal vez la expresión más conmovedora la encontramos cuando Bernabé —quien en Hechos 4:32–37 es un ejemplo de generosidad radical en cuanto a los recursos financieros— también pone sus recursos sociales a disposición de Pablo, al ayudar dándole la bienvenida a la comunidad renuente de los apóstoles en Jerusalén (ver Hechos 9:26–27). Otro ejemplo es Lidia, quien usó su posición social alta en la industria textil en Tiatira como un medio para que Pablo entrara a la ciudad (Hch 16:11–15). El capital social se debe utilizar, como cualquier otro capital, para el bien del reino en la forma en la que la comunidad cristiana lo considere apropiado.