El sufrimiento de Pablo
Pablo necesita cada pizca de valentía debido a los fuertes sufrimientos que sabe que traerá su trabajo. Dice, “el Espíritu Santo solemnemente me da testimonio en cada ciudad, diciendo que me esperan cadenas y aflicciones” (Hch 20:23). Él es secuestrado (Hch 21:27), golpeado (Hch 21:30–31; 23:3), amenazado (Hch 22:22; 27:42), arrestado muchas veces (Hch 21:33; 22:24, 31; 23:35; 28:16), acusado en juicios (Hch 21:34; 22:30; 24:1–2; 25:2, 7; 28:4), interrogado (Hch 25:24–27), ridiculizado (Hch 26:24), ignorado (Hch 27:11), fue náufrago (Hch 27:41) y lo mordió una víbora (Hch 28:3). La tradición dice que eventualmente es asesinado por causa de su trabajo, aunque esto no se encuentra en ninguna parte en la Biblia.
El liderazgo en un mundo caído implica sufrimiento. Cualquiera que no acepte el sufrimiento como un elemento fundamental del liderazgo no puede ser líder, al menos no un líder a la manera de Dios. Este aspecto constituye otra refutación radical del sistema romano de clientelismo. El sistema romano está estructurado para aislar al patrón del sufrimiento. Por ejemplo, solo los patrones tenían derecho a escapar del castigo corporal, como vemos cuando el estatus de Pablo como ciudadano (un patrón, aunque de un hogar de una persona) es lo único que lo protege de una flagelación arbitraria (Hch 22:29). No obstante, Pablo acepta el sufrimiento físico y otros tipos de sufrimiento como un aspecto menester de un líder al estilo de Jesús. Actualmente, puede que deseemos convertirnos en líderes por la misma razón por la que los hombres en la antigua Roma buscaban ser patrones: para evitar el sufrimiento. Puede que logremos obtener poder y tal vez incluso aislarnos del dolor del mundo. Sin embargo, nuestro liderazgo no puede beneficiar a otros si no aceptamos el sufrimiento en menor o mayor grado. Y si nuestro liderazgo no beneficia a otros, no es la clase de liderazgo de Dios.