La confrontación por la perturbación del comercio en Éfeso (Hechos 19:21-41)
La siguiente parte entra un poco fuera de lugar (al saltar sobre Hechos 19:17–20 por el momento) para que podamos cubrir el segundo incidente de la confrontación. Este ocurre en Éfeso, hogar del templo de Diana. El culto a Diana en Éfeso era una fuerza económica poderosa en Asia menor. Los peregrinos acudían en masa al templo (una estructura tan grande que era considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo) con la esperanza de recibir de Diana más éxito en sus cacerías, en el campo o en la familia. En este contexto, igual que con otros centros de turismo, muchas de las industrias locales estaban vinculadas con la vigencia continua de la atracción.[20]
Cierto platero que se llamaba Demetrio, que labraba templecillos de plata de Diana y producía no pocas ganancias a los artífices, reunió a éstos junto con los obreros de oficios semejantes, y dijo: Compañeros, sabéis que nuestra prosperidad depende de este comercio. Y veis y oís que no sólo en Éfeso, sino en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido a una gran cantidad de gente, y la ha apartado, diciendo que los dioses hechos con las manos no son dioses verdaderos. Y no sólo corremos el peligro de que nuestro oficio caiga en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Diana se considere sin valor, y que ella, a quien adora toda Asia y el mundo entero, sea despojada de su grandeza. Cuando oyeron esto, se llenaron de ira, y gritaban, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios! Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se precipitaron en el teatro, arrastrando consigo a Gayo y a Aristarco, los compañeros de viaje de Pablo, que eran de Macedonia. (Hch 19:24–29)
Como lo reconoce Demetrio, cuando las personas se convierten en seguidores de Jesús, se puede esperar que cambien la manera en la que usan su dinero. Dejar de comprar artículos relacionados con la adoración de los ídolos es apenas el cambio más evidente. También se puede esperar que los cristianos gasten menos dinero en artículos de lujo para ellos mismos y más en necesidades para el beneficio de otras personas. Tal vez consumirán menos y donarán o invertirán más en general. No hay nada que prohíba que los cristianos compren artículos de plata en general, pero Demetrio tiene razón al ver que los patrones de consumo cambiarán si muchas personas comienzan a creer en Jesús. Esto siempre representará una amenaza para aquellos que se benefician principalmente de la forma en la que todo funcionaba antes.
Esto nos lleva a preguntarnos qué aspectos de la vida económica en nuestro propio contexto puede que no guarden relación con el evangelio cristiano. Por ejemplo, ¿es posible que contrario al temor de Demetrio, los cristianos siguieran comprando bienes y servicios que son contradictorios con seguir a Jesús? ¿Nos hemos convertido en cristianos pero seguimos comprando el equivalente a los templecillos de plata de Diana? Se nos pueden ocurrir ciertos artículos de marca “anhelados”, los cuales apelan a los deseos de los compradores para que se asocien a sí mismos con el estatus social, la riqueza, el poder, la inteligencia, la belleza u otros atributos que implica “la promesa de la marca” de los artículos. Si los cristianos afirman que su posición viene solamente del amor incondicional de Dios en Cristo, ¿su asociación con las marcas funciona como un tipo de idolatría? ¿Comprar artículos de alguna marca prestigiosa es en esencia similar a comprar un templecillo de plata de Diana? Este incidente en Éfeso nos advierte que seguir a Jesús tiene consecuencias económicas que cuando menos, pueden incomodarnos algunas veces.
See Ben Witherington, III, Acts of the Apostles: A Socio-Rhetorical Commentary (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), 592-593.