Conclusión de Marcos
El Evangelio de Marcos no se estructura como un manual de instrucciones para el trabajo del ser humano, pero el trabajo es visible en cada una de sus páginas. Aquí encontramos algunos de los hilos más significativos en este tapiz de la vida y el trabajo y los aplicamos a asuntos del trabajo del siglo veintiuno. Existen muchas clases de trabajo y muchos contextos en los que las personas trabajan. El tema unificador es que todos estamos llamados al trabajo de aumentar, restaurar y gobernar la creación de Dios, incluso mientras esperamos el cumplimiento final de Su propósito para el mundo cuando Cristo regrese.
Es sorprendente que gran parte de la narrativa de Marcos gira alrededor de temas de identidad. Marcos muestra que entrar al reino de Dios requiere la transformación en nuestra identidad personal y relaciones sociales. Los temas del estatus y la identidad estaban definidos por la riqueza y el empleo en el mundo antiguo, de una forma mucho más formal que en la actualidad, pero las dinámicas subyacentes no han cambiado radicalmente. Los asuntos del estatus todavía influyen en nuestras preferencias, decisiones y metas como trabajadores. Los roles, las etiquetas, las afiliaciones y las relaciones afectan nuestro empleo y pueden llevarnos a tomar decisiones para bien o para mal. Todos podemos ser vulnerables al deseo de afirmar nuestro lugar en la sociedad por medio de nuestras propiedades, riqueza o influencia potencial, y esto, a su vez, puede afectar nuestras decisiones vocacionales. Todos estos aspectos afectan nuestro sentido de identidad, de quiénes somos. Por tanto, el desafío de Jesús a que estemos dispuestos a renunciar a las demandas del estatus terrenal tiene una importancia fundamental. Puede que sean relativamente pocos los que son llamados a tomar el camino particular que tomaron los doce discípulos de dejar completamente su empleo, pero el reto de permitir que la identidad terrenal sea definida por las demandas del reino es universal. El sacrificio es la esencia de seguir a Jesús. Tal actitud implica negarnos a permitir que nuestra identidad sea determinada por nuestro estatus en un mundo caído.
Un sacrificio tan radical es imposible sin la gracia. La gracia de Dios es el milagro que transforma la vida y el trabajo para que seamos capaces de vivir y servir en el reino de Dios mientras habitamos en el mundo caído. Sin embargo, es poco común que la gracia de Dios llegue por medio de una transformación instantánea. La historia de los discípulos es de fracaso y restauración, de cambio eventual, no inmediato. Así como ellos, nuestro servicio en el reino de Dios sigue manchado por el pecado y el fracaso. Así como ellos, sabemos que es necesario arrepentirnos de bastantes pecados en el camino. Pero, tal vez, también seremos como ellos al dejar un legado permanente en el mundo, un reino cuyas fronteras han sido expandidas por nuestra actividad y cuya vida ha sido enriquecida por nuestra ciudadanía. Por más difícil que sea renunciar a las cosas que nos impiden seguir a Cristo al máximo en el campo laboral, descubrimos que servirle en nuestro trabajo es mucho más gratificante (Mr 10:29–32) que servirnos a nosotros mismos y a nuestra necedad.