El discipulado en proceso (Marcos 4:35-41; 6:45-52; 8:14-21)
El Evangelio de Marcos, más que los demás Evangelios, resalta la ignorancia, la debilidad y el egoísmo de los discípulos, a pesar de que también menciona muchos aspectos positivos acerca de ellos, incluyendo su respuesta al llamado inicial de Jesús (Mr 1:16–20) y a la comisión que Él les da (Mr 6:7–13).[1]
Esta imagen se desarrolla por medio de ciertos incidentes y estrategias narrativas. Una es la repetición de escenas en barcos (Mr 4:35–41; 6:45–52; 8:14–21), que son semejantes en cuanto a que enfatizan la incapacidad de los discípulos de comprender realmente el poder y la autoridad de Jesús. Justo después de la última escena que se da en un barco, encontramos la sanación peculiar de un hombre ciego en dos etapas (Mr 8:22–26), lo que puede servir como un tipo de metáfora narrativa para describir la percepción incompleta que los discípulos tenían de Jesús.[2] Después, Pedro hace su confesión acerca de Cristo (Mr 8:27–33), un momento dramático de discernimiento que es seguido inmediatamente por una ceguera satánica. La comprensión limitada de los discípulos sobre la identidad de Jesús coincide con su comprensión limitada de Su mensaje. Ellos aún desean poder y estatus (Mr 9:33–37; 10:13–16; 10:35–45). Jesús los confronta varias veces porque no reconocen que seguirlo a Él requiere una actitud esencial de sacrificio personal. Esto es más evidente, por supuesto, en el momento en que los discípulos abandonan a Jesús cuando es arrestado y enjuiciado (Mr 14:50–51). El relato de la negación triple de Pedro (Mr 14:66–72) junto al de la muerte de Jesús, demuestra de forma más clara la cobardía y la valentía de cada uno respectivamente.
Con todo, serán Pedro y los demás quienes guíen a la iglesia. El ángel que le habla a la mujer luego de la resurrección (Mr 16:6–7) les da un mensaje a los discípulos (¡y nombra a Pedro específicamente!), por medio de cual les promete un encuentro adicional con Jesús resucitado. Este encuentro cambió radicalmente a los discípulos, un hecho que Marcos no estudia pero que está bien desarrollado en Hechos, así que la resurrección es el suceso clave que logra dicho cambio.
¿Qué relevancia hay en esto para el trabajo? Simple y obviamente, que como discípulos de Jesús en nuestro propio trabajo, somos imperfectos y estamos en proceso. Habrá una gran cantidad de pecados por los que tendremos que arrepentirnos, actitudes que serán equivocadas y tendrán que cambiar. De manera significativa, debemos reconocer que, como los discípulos, puede que estemos equivocados en mucho de lo que creemos y pensamos, incluso acerca de temas del evangelio. Por tanto, debemos reflexionar a diario en oración cómo estamos representando el reino de Dios y prepararnos para mostrar arrepentimiento por nuestras deficiencias en esta labor. Nos podemos sentir tentados a demostrar en nuestro lugar de trabajo que somos rectos, sabios y habilidosos, como un testimonio de la rectitud, sabiduría y excelencia de Jesús. Sin embargo, un testimonio más honesto y poderoso sería mostrarnos a nosotros mismos como somos en realidad —imperfectos y obras en proceso un poco egocéntricas, evidencias de la misericordia de Dios más que manifestaciones de Su carácter. Entonces, nuestro testimonio consiste en invitar a nuestros compañeros de trabajo a crecer junto con nosotros en los caminos de Dios, no que se vuelvan como nosotros. Por supuesto, debemos ejercitarnos de forma rigurosa para crecer en Cristo. La misericordia de Dios no es una excusa para ser complacientes con nuestro pecado.
Suzanne Watts Henderson, Christology and Discipleship in Mark.
Robert. A. Guelich, Mark 1-8:26 (Dallas: Word, 1989), 426.