El llamado de los primeros discípulos (Marcos 1:16-20)
Esta sección debemos tratarla con cuidado: aunque los discípulos son modelos de la vida cristiana, también ocupan una posición única en la historia de la salvación. Su llamado a una clase distintiva de servicio y el abandono de su empleo actual, no establece un patrón universal para la vida y la vocación cristianas. Muchos, de hecho la mayoría, de los que siguen a Jesús, no renuncian a sus trabajos para hacerlo. Sin embargo, la forma en la que las demandas del reino trascienden e invalidan los principios generales de la sociedad, puede aplicarse en nuestro trabajo y enriquecerlo. (Ver Visión general de la vocación).
La primera frase de Marcos 1:16 presenta a Jesús como un itinerante (“mientras caminaba”) que llama a estos pescadores a que lo sigan en Su viaje. Esto es más que solo un reto a dejar salarios y estabilidad o, como lo podríamos decir, salir de la “zona de confort”. El relato de Marcos de este incidente registra un detalle que falta en los demás relatos, que es el hecho de que Jacobo y Juan dejan a su padre Zebedeo “con los jornaleros” (Mr 1:20). Ellos mismos no son jornaleros o personas que trabajan por días, sino que hacían parte de lo que tal vez era un negocio familiar relativamente exitoso. Como señala Suzanne Watts Henderson con respecto a la respuesta de los discípulos, la “acumulación de aspectos particulares destaca el peso completo del verbo [dejar]: no solo se dejan atrás unas redes, sino un padre con nombre propio, un bote y de hecho, toda una empresa”.[1] Para que estos discípulos siguieran a Jesús, tenían que demostrar que estaban dispuestos a permitir que su identidad, estatus y valor fueran determinados principalmente con respecto a Él.
La pesca era una gran industria en Galilea que tenía una subindustria conexa de salazón (conservar alimentos en sal) de pescado.[2] En un momento de turbulencia social en Galilea, estas dos industrias asociadas se sustentaban una a la otra y permanecían estables. La disposición de los discípulos de abandonar tal estabilidad es bastante excepcional; es claro que la estabilidad económica ya no es su propósito principal del trabajo. Aquí debemos ser cuidadosos. Jesús no rechaza la vocación terrenal de estos hombres sino que la reorienta. Él llama a Simón y a Andrés a ser “pescadores de hombres” (Mr 1:17), afirmando de esa manera su trabajo anterior como una imagen del nuevo rol al que los está llamando. Aunque la mayoría de cristianos no son llamados a abandonar sus trabajos y convertirse en predicadores errantes, somos llamados a arraigar nuestra identidad en Cristo. Sea que dejemos o no nuestro trabajo, la identidad de un discípulo ya no es “pescador”, “cobrador de impuestos” o cualquier otra cosa, ahora es “seguidor de Jesús”. Esto nos reta a resistir la tentación de convertir nuestro trabajo en el elemento que determina quiénes somos.
Suzanne Watts Henderson, Christology and Discipleship in the Gospel of Mark [La cristología y el discipulado en el Evangelio de Marcos] (Cambridge: Cambridge University Press, 2006), 63.
Freyne, 48–53. Para más información acerca del lugar de la pesca en las estructuras fiscales, ver Bruce Malina y Richard Rohrbaugh, A Social-Scientific Commentary on the Synoptic Gospels [Un comentario científico-social de los evangelios sinópticos] (Minneapolis: Fortress Press, 1992), 44–45.