El cuerpo de Cristo (Mateo 26:17-30)
El complot para matar a Jesús avanza cuando Judas (uno de los doce discípulos) les presenta una oferta a los líderes religiosos para entregarles a Jesús a los soldados del templo. Con el avance rápido de los eventos que llevaron a la crucifixión, Jesús comparte una última cena con Sus discípulos. En esa cena, escoge los elementos fabricados del pan y el vino para representarse a Sí mismo y Su sacrificio venidero. Sosteniendo un trozo de pan, dijo, “esto es Mi cuerpo” (Mt 26:26) y después sosteniendo la copa de vino dijo, “esto es Mi sangre” (Mt 26:28). El Hijo de Dios no es producto del trabajo de nadie, ni siquiera del Padre. En las palabras del credo niceno, Él es “engendrado, no creado”, pero escoge cosas comunes y tangibles como el pan y el vino, creados por el ser humano, para ilustrar Su sacrificio. Como lo dice Alan Richardson:
Sin el esfuerzo y la destreza del campesino, sin el trabajo de los panaderos, los trabajadores del ámbito del transporte, los bancos y oficinas, las tiendas y distribuidores —de hecho, sin el trabajo de las minas y los astilleros navales y el trabajo en acero y así sucesivamente— este pan no habría estado aquí para ponerlo sobre el altar esta mañana. En verdad, todo el mundo del trabajo humano está involucrado en la fabricación del pan y el vino que ofrecemos… Aquí está el enlace irrompible y extraño que existe entre el pan que se gana con el sudor de la frente del hombre y el pan de vida que se compra sin dinero y que no tiene precio.[1]
Toda la comunidad participa.
No podemos pretender que conocemos la razón por la cual Jesús escogió productos tangibles del trabajo del ser humano para representarse a Sí mismo en vez de artículos naturales o ideas abstractas o imágenes de Su propio diseño. Pero el hecho es que Él sí dignificó estos productos del trabajo como la presentación de Su propia dignidad infinita. Cuando recordamos que en Su resurrección también tiene un cuerpo físico (Mt 28:9, 13), no es posible imaginar el reino de Dios como una dimensión espiritual separada de la realidad física de la creación de Dios. Después de crearnos (Gn 2:7; Jn 1), escogió productos de nuestro trabajo para representarse a Sí mismo. Esta es una gracia que va más allá de todo entendimiento.
Alan Richardson, The Biblical Doctrine of Work [La doctrina bíblica del trabajo], Ecumenical Bible Studies [Estudios bíblicos ecuménicos] No. 1 (Londres: SCM Press for the Study Department of the World Council of Churches, 1952; reimp. 1954), 70.