“Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia” (Mateo 5:10)
La octava y última bienaventuranza puede sonar negativa. Hasta este punto, las bienaventuranzas se han centrado en la pobreza de espíritu, la humildad, las relaciones correctas, la misericordia, la pureza de corazón y la construcción de paz —todas cualidades positivas. Pero Jesús incluye la posibilidad de “persecución por cuestión de la justicia”. Esta surge de las siete anteriores, porque las fuerzas que se oponen a lo que Dios desea todavía tienen gran poder en el mundo.
Tenga en cuenta que la persecución que surge del comportamiento injusto no es bienaventurada. Si caemos por nuestra propia culpa, debemos esperar el sufrimiento de las consecuencias negativas. Jesús está hablando de la bendición de ser perseguidos por hacer el bien. Pero, ¿por qué seríamos perseguidos por la justicia? La realidad en un mundo caído es que si demostramos justicia genuina, muchos nos rechazarán. Jesús profundiza la idea señalando que los profetas, que como Él habían anunciado el reino de Dios, fueron perseguidos: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de Mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros” (Mt 5:11–12). Las personas justas en el lugar de trabajo pueden estar sujetas a una persecución activa e incluso severa por parte de personas que se benefician —o creen que se benefician— de la injusticia.
Por ejemplo, si defiende a —o apenas se hace amigo de— personas que son víctimas de chismes o discriminación en su lugar de trabajo, espere persecución. Si es el presidente de una asociación comercial y se pronuncia en contra de un subsidio injusto que están recibiendo sus miembros, no espere que lo reelijan. La bendición es que la persecución activa por las razones correctas indica que los poderes de la oscuridad creen que usted está teniendo éxito en su tarea de promover el reino de Dios.
Incluso las mejores organizaciones y las personas más admirables han sido contaminadas por la Caída. Nadie es perfecto. La octava bienaventuranza sirve como un recordatorio para nosotros de que trabajar en un mundo caído requiere valentía.