El carácter de Dios es ser misericordioso con todos (Romanos 9-11)
En Romanos 9–11, Pablo regresa al problema inmediato que la carta tiene el propósito de abordar: el conflicto entre los cristianos judíos y los cristianos gentiles. Ya que este no es nuestro interés principal en la teología del trabajo, lo resumiremos rápidamente.
Pablo habla de la historia de Dios con Israel y le presta una atención especial a la misericordia de Dios (Ro 9:14–18). Él explica cómo la salvación de Dios viene también para los gentiles. Los judíos experimentaron la salvación de Dios primero, comenzando con Abraham (Ro 9:4–7), pero muchos se desprendieron y en el momento parece como si los gentiles fueran más fieles (Ro 9:30–33). Sin embargo, los gentiles no deben juzgar, porque su salvación está entrelazada con la de los judíos (Ro 11:11–16). Dios ha preservado un “remanente” de Su pueblo (Ro 9:27, 11:5), cuya fidelidad, por la gracia de Dios, conduce a la reconciliación del mundo.
Entonces, para los judíos y los gentiles de igual forma, la salvación es un acto de la misericordia de Dios, no una recompensa por la obediencia humana (Ro 9:6–13). Con esto en mente, Pablo toma diversos argumentos de ambas partes, siempre concluyendo que Dios “del que quiere tiene misericordia” (Ro 9:18). Ni los judíos ni los gentiles son salvos por sus propias acciones, sino por la gracia de Dios.
Pablo dice que la salvación de Dios viene por confesar a Jesús como Señor y creer que Dios le levantó de los muertos (Ro 10:9–10). En otras palabras, la salvación viene a todos los que confían en el poder de Dios que da vida, el cual enriquece la vida de los gentiles y los judíos que siguen a Jesús como Señor (ver Ro 10:12–13). La desobediencia, sea de gentiles o de judíos, le da a Dios la oportunidad de mostrarle al mundo Su misericordia para todos (Ro 11:33). El interés de Pablo en esta carta es reconciliar las relaciones rotas entre los seguidores judíos y gentiles de Jesús.
Romanos 9–11 nos ofrece esperanza a todos en el trabajo y en nuestros lugares de trabajo. Primero, Pablo enfatiza en el deseo de Dios de tener misericordia con el desobediente. Todos nosotros, en un momento u otro de la vida laboral, hemos dejado de representar la fe y la fidelidad de Cristo en algún aspecto en nuestro trabajo. Si Dios tiene misericordia de nosotros (Ro 11:30), somos llamados a tener misericordia con otros en el trabajo. Esto no significa ignorar el mal desempeño o guardar silencio frente al acoso o la discriminación. La misericordia no es permitir la opresión. En cambio, significa no permitir que los errores de una persona nos lleven a condenarla en su totalidad. Cuando alguien con quien trabajamos comete un error, no debemos juzgarlo como incompetente sino ayudarlo a recuperarse de su error y aprender a no repetirlo. Cuando alguien viola nuestra confianza, debemos pedirle cuentas, mientras que al mismo tiempo ofrecemos un perdón que, si se acompaña de arrepentimiento, crea un camino para restablecer la confianza.
Segundo, esta sección de la carta nos recuerda nuestra responsabilidad de perseverar como cristianos fieles para que podamos ser el “remanente” fiel (Ro 11:5) a favor de aquellos que han tropezado temporalmente en su obediencia de fe. Cuando vemos que los que están a nuestro alrededor fallan, nuestra tarea no es juzgarlos sino ayudarlos. Tal vez nuestra fidelidad pueda mitigar el daño hecho a otros e incluso liberar del duro castigo a quienes lo causaron. Si vemos que un colega maltrata a un cliente o a un subordinado, por ejemplo, tal vez podemos intervenir para corregir la situación antes de que se convierta en una ofensa que cause el despido. Cuando recordamos lo cerca que hemos estado de tropezar o cuántas veces hemos fallado, nuestra respuesta a los errores de otros es misericordia, como fue la de Cristo. Esto no significa que permitamos que las personas abusen de otros. Significa que nos ponemos en riesgo, como lo hizo Cristo, para favorecer la redención de personas que se han equivocado bajo el poder del pecado.
Tercero, estos capítulos nos recuerdan que debemos demostrarle al resto de nuestros colegas cómo es la obediencia de fe en la vida diaria y el trabajo. Si en efecto caminamos en novedad de vida (ver “Andar en novedad de vida” en Romanos 6) y ponemos nuestra mente en la forma en que nuestras acciones pueden traer una nueva calidad de vida a las personas a nuestro alrededor (ver “Vivir conforme al Espíritu conduce a una nueva calidad de vida” en Romanos 8), ¿los demás no serán atraídos a hacer lo mismo? Nuestras acciones en el trabajo pueden ser la adoración más fuerte que le ofrezcamos a Dios y el testimonio más atractivo que nuestros compañeros de trabajo puedan ver. El deseo de Dios es que todos en el mundo sean reconciliados con Él y unos con otros. Así que todo aspecto de nuestro trabajo y nuestra vida se convierte en una oportunidad de dar testimonio para Cristo —ser uno de los representantes reconciliadores de Dios en el mundo.
Cuarto, debemos conservar la humildad. Cuando nosotros, así como las partes a las que Pablo estaba escribiendo, juzgamos nuestra propia posición como superior a la de aquellos a nuestro alrededor, imaginamos que tenemos algún privilegio con Dios. Pablo habla directamente en contra de esta arrogancia. No sabemos exactamente cómo Dios trabaja en los demás. Como lo plantea el general Peter Pace, presidente retirado del estado mayor conjunto de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, “siempre debe decir la verdad como conoce y debe entender que hay bastante que usted no sabe”.[1]
Las formas específicas en las que representamos este ministerio de reconciliación en el mundo son tan diversas como nuestro trabajo y nuestros lugares de trabajo. Por tanto, acudimos a Romanos 12 para encontrar la dirección de Pablo acerca de cómo discernir las formas de poner en práctica el amor reconciliador de Dios en nuestro trabajo.
Peter Pace, “General Peter Pace: The Truth as I Know It” [General Peter Pace: la verdad como la conozco] Ethix 61 (Septiembre/Octubre 2008), http://ethix.org/2008/10/01/the-truth-as-i-know-it.