La justicia de Dios, la solución para nuestros juicios falsos (Romanos 3:21-26)
Dado que nuestros juicios son falsos e hipócritas, ¿cómo podremos encontrar la rectitud y la justicia? Esta es la pregunta que lleva al punto dramático crucial de Romanos 3. La respuesta de Dios es la cruz de Cristo. Dios nos da Su justicia/rectitud porque somos incapaces de tener justicia/rectitud por nuestra propia cuenta. Dios lo logra por medio de la cruz de Cristo, en la que demuestra que “Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús” (Ro 3:26).
Los medios por los cuales Dios lo logra son la muerte y resurrección de Jesús. “Dios demuestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro 5:8). Dios decidió libremente aceptar la cruz de Cristo como si fuera un sacrificio santo de expiación en el templo judío (Ro 3:25). Como en el día de la expiación, Dios decide pasar por alto el mal que el pueblo cometió, con el fin de establecer un nuevo comienzo para todos los que creen. Y aunque Jesús era judío, Dios ve la cruz como una oferta de salvación para todas las personas. A través de la cruz, todos pueden tener una relación restaurada con Dios.
Aunque no tenemos la rectitud/justicia, Dios tiene una provisión infinita de ambas. Por medio de la cruz de Jesús, Dios nos da la rectitud/justicia que restaura nuestras relaciones rotas con Dios, con otras personas y con toda la creación. Cuando Dios nos da salvación, nos da rectitud/justicia.
La justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas; es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción; por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por Su sangre a través de la fe, como demostración de Su justicia, porque en Su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo Su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús. (Ro 3:21–26, énfasis agregado)
La cruz es la justicia sorprendente de Dios, la cual sorprende porque aunque Dios no es el pecador, es quien hace el sacrificio. ¿Esto tiene alguna implicación en los lugares de trabajo seculares en la actualidad? Podría ser algo más que esperanzador. En situaciones en las que nuestros propios errores o injusticia causan problemas en el trabajo, podemos contar con la rectitud/justicia de Dios para solucionar nuestros errores. Aunque no podemos hacernos justos a nosotros mismos, Dios puede trabajar con Su rectitud/justicia en y a través de nosotros. En situaciones en las que los errores y la injusticia de otros causan los problemas, podemos ser capaces de arreglar la situación sacrificando algo de nosotros mismos —una imitación de nuestro Salvador— aunque no hayamos causado el problema.
Por ejemplo, piense en un grupo de trabajo que funciona dentro de una cultura de culpa. En vez de trabajar juntas para resolver los problemas, las personas pasan todo el tiempo tratando de culpar a otros cada vez que surge un problema. Si su lugar de trabajo tiene una cultura de culpa, puede que no sea su culpa. Tal vez su jefe es el primero en culpar a otros. Aun así, ¿es posible que un sacrificio suyo traiga reconciliación y justicia? La próxima vez que el jefe comience a culpar a alguien, imagine si usted lo cuestionara diciendo, “recuerdo que yo apoyé esa idea la última vez que la mencionamos, así que también puede culparme a mí”. ¿Qué pasaría si después de eso, dos o tres personas hicieran lo mismo que usted? ¿Eso comenzaría a derrumbar el juego de la culpa? Puede que usted termine sacrificando su reputación, su amistad con el jefe e incluso sus prospectos de trabajo futuros. Pero, ¿es posible que esa acción también quebrante el dominio de la culpa y el juicio en su grupo de trabajo? ¿Podría esperar que la gracia de Dios asumiera un papel activo a través de su sacrificio?