El poder invasivo del pecado (Romanos 7)
En el capítulo 7, Pablo sigue haciendo énfasis en que la novedad de vida en Cristo nos libera de lo que “nos ataba” al “arcaísmo de la letra” de la ley (Ro 7:6). Sin embargo, la ley misma no es el problema de la existencia humana, porque “la ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno” (Ro 7:12). En cambio, Pablo concluye que el problema es el poder que se opone a Dios, el cual llama “pecado”, que reside en los seres humanos (Ro 7:13). El pecado se ha aprovechado de los mandamientos de la ley usándolos como herramientas para engañar a las personas (Ro 7:11), evitando que sean capaces de obedecer la ley como Dios lo planeó (Ro 7:14, 17, 23).
El poder del pecado no causa simplemente que tomemos malas decisiones o que hagamos cosas que no deberíamos hacer. Más bien, es como si un poder malvado invadiera el territorio espiritual de cada persona y tomara el control, “vendido a la esclavitud del pecado”, como lo plantea Pablo (Ro 7:14). Bajo esta esclavitud del pecado, somos incapaces de hacer lo bueno que se exige en los mandamientos y que conocemos en nuestro corazón (Ro 7:15–20). Esto ocurre a pesar de nuestras buenas intenciones de hacer lo que Dios desea (Ro 7:15–16, 22).
En otras palabras, ¡conocer lo que es bueno no es suficiente para vencer el poder del pecado que nos ha invadido! “Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico” (Ro 7:19). Solo podemos ser rescatados de este apuro gracias a la intervención de otra fuerza espiritual más poderosa: el Espíritu Santo que se convierte en el eje central en Romanos 8.
Estamos plenamente conscientes de que saber lo que Dios quiere no es suficiente para mantenernos en el camino correcto en las situaciones laborales. Por ejemplo, aunque sabemos en nuestra mente que Dios quiere que tratemos a todos con respeto, algunas veces caemos presas de la percepción falsa de que podríamos avanzar si hablamos mal de un compañero de trabajo. De igual forma, en el trabajo de ser padres, las personas saben que no es bueno gritarle con ira a un niño pequeño, pero algunas veces, el poder del pecado los supera y lo hacen de todas maneras. Un abogado que les cobra a sus clientes por servicios por hora sabe que debe mantener registros de tiempo minuciosos, pero de todas formas puede ser vencido por el pecado de inflar sus horas para aumentar sus ingresos.
Solos, somos especialmente vulnerables al poder del pecado dentro de nosotros. En donde sea que trabajemos, sería bueno acudir a otras personas (Ro 12:5) y ayudarnos los unos a los otros a resistir este poder que trata de vencer nuestra voluntad de hacer lo que es correcto y bueno. Por ejemplo, una cantidad de cristianos pequeña pero creciente se está uniendo a grupos pequeños de pares, con personas que trabajan en condiciones similares. Los grupos de pares tienen distintos lugares de encuentro y sus reuniones van desde una hora una vez a la semana, con frecuencia en lugares de trabajo, hasta medio día una vez al mes. Los miembros se comprometen a contarle a los demás los detalles de las situaciones que enfrentan en el trabajo y a discutirlas desde una perspectiva de fe, desarrollando opciones y comprometiéndose a planes de acción. Un miembro puede describir un conflicto con un compañero de trabajo, un lapsus ético, un sentimiento de falta de sentido o una política de la compañía que parece injusta. Después de que todos comparten su perspectiva, el miembro se compromete a actuar de cierta forma en respuesta a su problema y le reporta al grupo los resultados en reuniones futuras. (Para más información acerca de este tema, ver "Equipando iglesias para que relacionen el trabajo diario con la adoración" ).