El sacrificio por el bien de la comunidad (Romanos 12:1-3)
Sobra decir que poner a otros por encima de nosotros requiere sacrificio. Pablo exhorta a “que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo” (Ro 12:1). Las palabras cuerpos y vivo enfatizan que Pablo se refiere a acciones prácticas en el mundo de la vida cotidiana y el trabajo. Todos los creyentes se vuelven sacrificios vivos al ofrecer su tiempo, talento y energía en el trabajo que beneficia a otras personas y/o a toda la creación de Dios.
Podemos ofrecer un sacrificio vivo en cada momento de la vida en el que estamos despiertos. Lo hacemos cuando perdonamos a alguien que peca contra nosotros en el trabajo o cuando nos arriesgamos para ayudar a resolver una disputa entre otras personas. Ofrecemos un sacrificio vivo cuando renunciamos al uso insostenible de los recursos de la tierra en busca de nuestra propia comodidad. Ofrecemos un sacrificio vivo cuando tomamos un empleo menos que satisfactorio porque para nosotros es más importante sustentar a nuestra familia que encontrar el trabajo perfecto. Nos convertimos en sacrificios vivos cuando dejamos una buena posición para que nuestro cónyuge pueda aceptar el trabajo de sus sueños en otra ciudad. Nos convertimos en un sacrificio vivo cuando, como jefes, asumimos la culpa por el error que un subordinado comete en su trabajo.