Trabajar como miembros los unos de los otros (Romanos 12:4-8)
Una aplicación práctica esencial de andar en novedad de vida es reconocer lo mucho que todos dependemos del trabajo de otros. “Pues así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros” (Ro 12:4–5). Esta interdependencia no es una debilidad, sino un regalo de Dios. Mientras estamos en el proceso de ser salvados por Dios, nos integramos más unos con otros.
Pablo aplica esta idea al trabajo que cada uno hace en su papel particular. Él señala, “Teniendo dones que difieren” (Ro 12:6a) y nombra algunos de ellos que son formas de trabajo: la profecía, el servicio, la enseñanza, la exhortación, la generosidad, el liderazgo y la compasión. Cada uno de ellos es una “gracia que nos ha sido dada” (Ro 12:6a) que nos permite trabajar por el bien de la comunidad.
Pablo desarrolla este proceso en el contexto de una comunidad específica: la iglesia. Esto es apropiado porque toda la carta gira alrededor de un problema en la iglesia, que es el conflicto entre los creyentes judíos y los creyentes gentiles. Pero la lista no es particularmente del estilo de una iglesia. Todos los aspectos son igualmente aplicables al trabajo fuera de la iglesia. La profecía —“proclamar un mensaje impartido de forma divina” o “sacar a la luz algo que está escondido”—[1] es la habilidad de aplicar la palabra de Dios a las situaciones oscuras, algo que se necesita desesperadamente en todos los lugares de trabajo. El servicio —con su semejante “administración”— es la habilidad de organizar el trabajo para que en realidad sirva a los que debe servir, por ejemplo, a los clientes, ciudadanos o estudiantes. Otro término para este aspecto es “gerencia”. Evidentemente, la enseñanza, la exhortación (o “animar”) y el liderazgo (“el que dirige”) son tan aplicables en los contextos seculares como lo son en la iglesia, igual que la generosidad, cuando recordamos que dar nuestro tiempo, nuestras habilidades, nuestra paciencia o nuestra pericia para ayudar a otros en el trabajo son todas formas de generosidad.
La compasión es un elemento tremendamente subestimado del trabajo. Aunque puede que tengamos la tentación de ver la compasión como un estorbo en el mundo competitivo del trabajo, en realidad es esencial para hacer bien nuestro trabajo. El valor del trabajo no viene solamente del tiempo que le dedicamos, sino de preocuparnos porque nuestros bienes o servicios sirvan a los demás —en otras palabras, por la compasión. Las personas que trabajan con automóviles y que no se preocupan si sus partes se colocan correctamente no son útiles para su compañía, para los clientes o los compañeros de trabajo, y tarde o temprano serán candidatos para el despido. O si a la compañía de automóviles no le interesa si sus trabajadores se preocupan por sus clientes, los clientes pronto se cambiarán a otra marca. Las excepciones a esto son productos y servicios que intencionalmente obtienen ganancias a partir de las debilidades de los clientes, como las sustancias adictivas, la pornografía, los productos que se aprovechan de los temores relacionados con la imagen corporal y otros. Para ganar dinero en casos como estos, puede que sea necesario no tener compasión por los clientes. El hecho mismo de que es posible ganar dinero hiriendo a los clientes en estos ámbitos indica que los cristianos deberían tratar de evitar estos lugares de trabajo en los que la compasión no es esencial para el éxito. Las ocupaciones legítimas obtienen dinero supliendo las verdaderas necesidades de las personas, no explotando sus debilidades.
Con todos estos dones, el poder de Dios que da vida se experimenta en hechos y formas particulares de hacer las cosas. En otras palabras, el poder de Dios que enriquece la vida de las personas viene por medio de acciones concretas que realizan los seguidores de Jesús. La gracia de Dios produce la acción en el pueblo de Dios para el bien de otros.
Gerhard Kittel, Gerhard Friedrich y Geoffrey William Bromiley, eds., Theological Dictionary of the New Testament [Diccionario teológico del Nuevo Testamento] (Grand Rapids: Eerdmans, 1985), 960.