La gracia reina para la vida eterna por medio de Jesucristo (Romanos 5)
En Romanos 5, Pablo relaciona este regalo divino de la justicia con la obediencia de Cristo y la gracia que ahora fluye al mundo por medio de Él. Hay varios aspectos importantes en este capítulo que echan luz sobre nuestras experiencias laborales.
La gracia transforma el sufrimiento de nuestra vida en Cristo (Romanos 5:1-11)
Regresar al Índice Regresar al ÍndiceEn Romanos 5:1–11, Pablo anima aún más a los romanos al recordarles que por medio de Cristo ya tenemos acceso a la “gracia [de Dios] en la cual estamos firmes” (Ro 5:2). La gracia significa el poder de Dios que da vida, el cual levantó a Jesús de los muertos. La gracia continúa trayendo vida nueva y más abundante al mundo para y por medio de los seguidores de Cristo. Al vivir la vida obediente de fe y fidelidad de Cristo en nuestras propias circunstancias, experimentamos la gracia de Dios que da vida, la cual nos puede traer gozo y paz en el trabajo, el hogar y en todos los demás contextos.
Sin embargo, confiar en la gracia de Dios requiere por lo general una paciencia firme al enfrentar muchos desafíos. Así como Cristo sufrió mientras obedecía a Dios, nosotros también podemos experimentar sufrimiento cuando actuamos conforme a la vida de fe y fidelidad de Cristo. Pablo incluso dice que se “gloría” en su sufrimiento (Ro 5:3), sabiendo que este es una participación en el sufrimiento que experimentó Jesús en Su misión de reconciliar al mundo con Dios (Ro 8:17–18). Además, el sufrimiento por lo general trae crecimiento.
La tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado. (Ro 5:3–5)
Por tanto, Dios no promete que la vida y el trabajo les traerán felicidad a los creyentes todo el tiempo. Muchas personas sufren en su trabajo. El trabajo puede ser aburrido, degradante, humillante, agotador y cruel. Puede que nos paguen menos de lo debido, que corramos peligro y que nos discriminen. Podemos ser presionados para violar nuestra conciencia y los principios de Dios. Puede que nos despidan, que perdamos el puesto, que reduzcan el personal, que terminen nuestro contrato o que estemos desempleados o subempleados por largos periodos de tiempo. Tal vez nos causemos sufrimiento a nosotros mismos por nuestra propia arrogancia, descuido, incompetencia, codicia o malicia en contra de otros. Podemos sufrir incluso en buenos trabajos. Nunca debemos estar contentos con el abuso o el maltrato en el trabajo, pero cuando tenemos que soportar el sufrimiento allí, no todo está perdido. La gracia de Dios se derrama sobre nosotros cuando sufrimos y eso nos fortalece si permanecemos fieles.
Por ejemplo, preparar el suelo y cuidar los campos no garantiza que el grano crezca bastante o que los vegetales maduren. El mal clima, la sequía, los insectos y las plagas pueden arruinar la cosecha. Sin embargo, por medio de la gracia, los campesinos pueden llegar a aceptar todos estos aspectos de la naturaleza mientras confían en el cuidado de Dios. Esto a su vez le da forma al carácter paciente y fiel de los campesinos, quienes llegan a interesarse profundamente en toda la creación de Dios. Por su parte, una apreciación profunda de la naturaleza puede ser una gran ventaja en el trabajo de sembrar.
De forma similar, la gracia nos empodera para permanecer fieles y esperanzados incluso cuando el empleador para el que trabajamos cierra sus puertas durante tiempos económicos difíciles. Así que, también, el poder de Dios que da vida sostiene a muchos adultos jóvenes educados que siguen luchando con encontrar un trabajo significativo. La gracia también inspira a un equipo a perseverar en el desarrollo de un nuevo producto, incluso después de varios fracasos, sabiendo que lo que aprendan con el fracaso es lo que hace que el producto sea mejor.
El amor de Dios nos sustenta al atravesar toda clase de sufrimiento en la vida y el trabajo. “La esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones”. Incluso cuando el sufrimiento amenaza con endurecer nuestros corazones, el amor de Dios nos convierte en agentes de Su reconciliación, la cual hemos recibido en Cristo (Ro 5:10–11).
La gracia y la justicia conducen a la vida eterna por medio de Cristo (Romanos 5:12-21)
Regresar al Índice Regresar al ÍndiceRomanos 5:12–21 refleja un argumento teológico denso y complejo que involucra varios contrastes diferentes entre el Adán desobediente y el Cristo obediente, por medio de quien somos hechos justos y se nos promete la vida eterna. El pasaje nos garantiza que el acto obediente de Cristo de darse a Sí mismo por otros pone a todos los que vienen a Él en una relación correcta con Dios y con los demás. Como participantes en la fe y fidelidad de Cristo, recibimos una parte de los regalos divinos de la rectitud y la vida eterna prometida por Dios por medio de Cristo. Por tanto, ya no participamos en la desobediencia de Adán sino que encontramos la vida eterna al participar en la obediencia de Cristo a Dios.
Pablo habla de la gracia de Dios que opera tanto en el presente como en la eternidad. La reconciliación ya ha sido dada por medio de Cristo (Ro 5:11), así que ya somos capaces de vivir vidas que honren a Dios. Pero la reconciliación de Dios no está completa todavía, sino que sigue en el proceso que conduce a la vida eterna (Ro 5:21). Si hemos recibido la reconciliación en Cristo, ahora nuestro trabajo es una oportunidad para contribuir a un mejor futuro en donde Cristo gobierna. Los innovadores tienen nuevas posibilidades de crear, diseñar y construir productos que mejoren el bien común. Los trabajadores que ofrecen servicios tienen nuevas oportunidades de mejorar la vida de otras personas. Los artistas o músicos pueden crear belleza estética que realce la vida humana para la gloria de Dios. Ninguno de estos es un medio para alcanzar la vida eterna, pero cada vez que trabajamos para hacer que este mundo sea más como Dios desea, recibimos un anticipo de la vida eterna. Cuando caminamos en obediencia al patrón de fe y fidelidad de Cristo en nuestro lugar de trabajo, sin importar las circunstancias, podemos confiar en que nuestra vida está segura eternamente en las manos de nuestro fiel Dios.