Una fe ejemplar: la confianza de Abraham en las promesas de Dios (Romanos 4)
Como hemos visto en Romanos 1–3, la cruz de Cristo trae salvación para todos los seres humanos —judíos y gentiles por igual. En Cristo, Dios restaura nuestra relación con Él y con otros sin considerar las disposiciones de la ley judía. Por esta razón, el enfoque principal de Pablo a lo largo de Romanos es ayudar a los cristianos en Roma, entre los que hay divisiones y peleas, a arreglar sus relaciones rotas con el fin de vivir fielmente en lo que Dios ha alcanzado en Cristo.
Sin embargo, esta interpretación de la muerte de Cristo crea un problema para Pablo, ya que les está escribiendo no solo a los gentiles incircuncisos sino también a los judíos circuncidados, para quienes todavía es importante la ley. Además, la interpretación de Pablo parece ignorar la historia de Abraham, a quien se le considera como el “padre” de los judíos, que en efecto fue circuncidado como una señal de su pacto con Dios (Gn 17:11). ¿La historia de Abraham no sugiere que entrar en el pacto con Dios requiere la circuncisión de los hombres de todo pueblo, ya sean judíos o gentiles?
En Romanos 4, Pablo argumenta que esto no es así. Al interpretar la historia de Abraham de Génesis 12:1–3, 15:6 y 17:1–14, Pablo concluye que Abraham tuvo fe en que Dios guardaría Su palabra y haría que él, un hombre sin hijos, fuera el padre de muchas naciones por medio de Sara, su esposa estéril y por esto, Dios consideró la fe de Abraham como justicia (Ro 4:3, 9, 22). Pablo les recuerda a sus lectores que Dios reconoció la justicia de Abraham mucho antes de que Abraham fuera circuncidado, lo cual ocurrió después como una señal de su fe ya existente en Dios (Ro 4:10–11).
En otras palabras, en el momento en que Dios consideró que la fe de Abraham lo ponía en una relación correcta con Él mismo, Abraham compartió el mismo estado que el de un gentil incircunciso en el mundo de Pablo. Por tanto, Pablo concluye que Abraham se convirtió en padre de judíos y gentiles por medio de la justicia de la fe, y no la justicia según la ley judía (Ro 4:11–15).
El ejemplo de Abraham en Romanos 4 nos proporciona a los cristianos una gran esperanza para nuestro trabajo y nuestro lugar de trabajo. El ejemplo de confianza de Abraham en las promesas de Dios —a pesar de las circunstancias adversas y los pronósticos aparentemente imposibles— nos dan la valentía para que nuestra confianza no flaquee cuando enfrentemos desafíos en el trabajo o cuando parezca que Dios no está presente (ver Ro 4:19). Dios no cumplió Su promesa a Abraham de forma inmediata, lo que nos anima aún más a ser pacientes al esperar que Dios renueve o redima las circunstancias de nuestra vida.