Nada nos puede separar del amor de Dios (Romanos 8:31-39)
Pablo dice que Dios está por nosotros habiendo dado a Su propio Hijo por “todos nosotros” (Ro 8:31–32). Nada se puede interponer entre nosotros y el amor de Dios que es en Cristo Jesús nuestro Señor (Ro 8:35–39). “Ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Ro 8:38–39, NVI). Parece que muchos de estos nos amenazan en el área del trabajo. Tenemos jefes (poderes) amenazantes o incompetentes. Nos atascamos en trabajos sin futuro (lo presente). Hacemos sacrificios ahora —trabajando largas horas, tomando clases después del trabajo, sirviendo en pasantías mal remuneradas, nos mudamos a otro país buscando trabajo— los cuales esperamos que valgan la pena después, pero que tal vez nunca resulten (lo por venir). Perdemos nuestro trabajo debido a ciclos o normas económicas o acciones inescrupulosas por parte de personas poderosas que ni siquiera vemos (poderes). Nos vemos forzados por las circunstancias, los caprichos o los crímenes de otros para hacer trabajos degradantes o peligrosos. Todas estas cosas nos pueden hacer un daño real, pero no pueden triunfar sobre nosotros.
La fidelidad de Cristo —y la nuestra, por la gracia de Dios— vence lo peor que la vida y el trabajo nos pueden hacer. Si nuestra meta principal en el trabajo es el progreso laboral, los ingresos o el prestigio, puede que terminemos decepcionados. Pero si la salvación —es decir, la reconciliación con Dios y las personas, la fidelidad y la justicia— es nuestra esperanza suprema, entonces la encontraremos en medio de lo bueno y lo malo en el trabajo. Las afirmaciones de Pablo implican que sin importar cuáles sean las dificultades que encontremos con nuestro trabajo o las complejidades y los retos que enfrentemos con compañeros o superiores en el trabajo, el amor de Dios en Cristo siempre mora con nosotros. El amor de Dios en Cristo es la fuerza firme en medio de la adversidad actual y la esperanza para la redención de nuestro cuerpo en el futuro.