La aceptación vence las disputas que surgen por opiniones diferentes (Romanos 14:1-23)
Pablo comienza diciendo, “Aceptad al que es débil en la fe, pero no para juzgar sus opiniones” (Ro 14:1). El “débil en la fe” puede ser el que no tiene confianza suficiente en sus propias convicciones respecto a temas controvertidos (ver Ro 14:23) y se basan en reglas estrictas que gobiernan sus acciones. Específicamente, algunos de los cristianos judíos mantenían las restricciones de las leyes alimenticias judías y se ofendían si otros cristianos consumían carne y bebidas no kosher. Aparentemente, se rehusaban incluso a comer con los que no guardaban la dieta kosher.[1] Aunque ellos ven esta restricción como una fortaleza, Pablo dice que se convierte en una debilidad cuando hace que ellos juzguen a los que no comparten su convicción. Él le dice al que guarda la dieta kosher que “no juzgue al que come [carne no kosher]”.
No obstante, la respuesta de Pablo a su debilidad no es discutir con ellos ni ignorar sus creencias, sino hacer lo que fuera necesario para que se sintieran aceptados. Él les dice a los que no guardan la dieta kosher que no hagan alarde de su libertad para comer de todo, porque hacerlo requeriría que los que guardan la dieta kosher rompieran la comunión con ellos o que violaran su conciencia. Si no se encuentra una carne kosher, entonces los que no guardan la dieta debían unirse a los que sí la guardan y comer solamente vegetales, en vez de demandar que los que guardan la dieta violen su conciencia. Pablo dice que “lo malo es hacer tropezar a otros por lo que uno come” (Ro 14:20).
Ambos grupos creen firmemente que su perspectiva es importante en el ámbito moral. Los fuertes creen que para los gentiles guardar la dieta kosher es negar la gracia de Dios en Cristo Jesús. Los débiles creen que no guardar la dieta kosher —y el simple hecho de comer con personas que no la guardan— es una afrenta contra Dios y una violación de la ley judía. La discusión se acalora porque la libertad en Cristo y la obediencia a los pactos de Dios son temas verdaderamente importantes en lo moral y lo religioso. Sin embargo, las relaciones en la comunidad son aún más importantes. Vivir en Cristo no se trata de tener la razón o no tenerla respecto a cualquier tema en particular, sino que se trata de tener una relación correcta con Dios y con otros, se trata de “paz y alegría en el Espíritu Santo” (Ro 14:17).
Los desacuerdos morales pueden ser incluso más difíciles en el trabajo, en donde hay menos terreno común. Un aspecto interesante respecto a esto es el interés especial de Pablo por los débiles. Aunque les dice a ambos grupos que no juzguen a los otros, pone una gran carga práctica en el fuerte. “Nosotros los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos” (Ro 15:1). Nuestro modelo para esto es Jesús, ya que “ni aun Cristo se agradó a sí mismo” (Ro 15:3). Esto significa que aquellos que están en lo correcto, o que hacen parte de la mayoría, o que de otra manera tienen más poder, son llamados a abstenerse voluntariamente de violar la conciencia de otros. En la mayoría de lugares de trabajo ocurre lo contrario. Los débiles se deben acomodar a las imposiciones de los fuertes, incluso aunque al hacerlo violen su conciencia.
Imagine por ejemplo que alguien en su lugar de trabajo tiene convicciones religiosas o morales que requieren una modestia particular en cuanto a la forma de vestir, por ejemplo cubriendo el cabello o los hombros o las piernas. Estas convicciones podrían ser una forma de debilidad, para usar la terminología de Pablo, si hacen que esa persona esté incómoda junto a los que no comparten sus ideas de modestia en la forma de vestir. Es probable que usted no cuestione a la persona que tiene esa forma modesta de vestir, pero el argumento de Pablo implica que usted y todos sus compañeros de trabajo también deberían vestirse modestamente de acuerdo con los estándares de la otra persona, al menos si quiere que su lugar de trabajo sea un lugar de aceptación y reconciliación. Los fuertes (a los que no los perjudica el legalismo respecto a los códigos de vestimenta) deben aceptar a los débiles (los que se ofenden por la forma de vestir de otros) acomodándose a su debilidad.
Recuerde que Pablo no desea que les demandemos a otros que se acomoden a nuestros reparos. Eso nos convertiría en el débil, pero Pablo quiere que nos convirtamos en fuertes en la fe. No deberíamos ser los que promueven las habladurías acerca de la forma de vestir, el lenguaje o el gusto musical de las demás personas en el trabajo. En cambio, imagine que los cristianos fueran reconocidos por hacer que todos se sientan aceptados y no por juzgar los gustos y hábitos de los demás. ¿Eso promovería u obstaculizaría la misión de Cristo en el mundo laboral?
N.T. Wright, The Letter to the Romans [La carta a los romanos], in The New Interpreter’s Bible, vol. 10 (Nashville: Abingdon Press, 1994), 735.