Se espera que los cristianos trabajen (1 Tesalonicenses 4:9-12; 5:14)
Se espera que los cristianos trabajen en la medida en que lo puedan hacer
Pablo recalca que Dios espera que cada cristiano que puede trabajar, lo haga (1Ts 4:11–12). Él exhorta a los tesalonicenses a que trabajen con sus manos (1Ts 4:11) y a que “no tengan que depender de nadie” (1Ts 4:12, NVI). En vez de evitar el trabajo, los cristianos tesalonicenses deben ser diligentes, trabajando para ganar su propio sustento y así, evitar ponerles cargas indebidas a otros. La vida de un trabajador manual en una ciudad grecorromana era difícil según los estándares modernos y antiguos, y debe haberles parecido atractiva la idea de que tal vez no era necesario trabajar. Sin embargo, dejar el trabajo para vivir del trabajo de otros es inaceptable. Es sorprendente que el trato que Pablo le da a este tema en 1 Tesalonicenses está enmarcado en términos del “amor fraternal” (1Ts 4:9). La idea es simplemente que el amor y el respeto son esenciales en las relaciones cristianas, y que vivir de la caridad de otros innecesariamente no es muy amoroso ni respetuoso con los hermanos o hermanas caritativos.
Es importante recordar que el trabajo no siempre conlleva una remuneración. Muchas formas de trabajo —cocinar, limpiar, reparar, embellecer, criar hijos, entrenar jóvenes y miles de otros— cumplen las necesidades de la familia o la comunidad, pero no reciben remuneración. Otros —como las artes— pueden ofrecerse sin costo o con precios demasiado bajos para sustentar a los que las realizan. Sin embargo, todas son trabajos. No se espera necesariamente que los cristianos ganen dinero, sino que trabajen para sustentarse a sí mismos, sus familias, la iglesia y la comunidad.
El mandato de la creación sigue vigente
El mandato de Génesis 2:15 (“Entonces el Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén, para que lo cultivara y lo cuidara”) todavía sigue vigente. El trabajo de Cristo no ha eliminado ni reemplazado el trabajo original de la humanidad, sino que lo ha hecho más fructífero y finalmente valioso. Es posible que Pablo tenga en mente el texto de Génesis 2:15 cuando se refiere a los que están desocupados con el adjetivo, el adverbio y el verbo griego que se derivan de la raíz atakt- (“desorden”) en 1 Tesalonicenses 5:14, 2 Tesalonicenses 3:6 y 11, y 1 Tesalonicenses 5:7, respectivamente. Todas estas palabras describen el comportamiento de los desocupados como desordenado, revelando una “actitud irresponsable frente a la obligación de trabajar”.[1] El orden que se quebranta puede ser el mandato de trabajar en Génesis 2.
La insistencia de Pablo en la validez continua del trabajo no es una concesión frente a una agenda burguesa, sino que refleja una perspectiva equilibrada del “ya pero todavía no” del reino de Dios. El reino de Dios ya vino a la tierra en la persona de Jesús, pero no se ha completado (1Ts 4:9–10). Cuando los cristianos trabajan con diligencia y excelencia, demuestran que el reino de Dios no es una fantasía escapista, sino un cumplimiento de la realidad más profunda del mundo.
Los cristianos deben trabajar con excelencia
Dada la importancia del trabajo, los cristianos deben ser los mejores trabajadores. Una de las consecuencias de no trabajar con excelencia, es que pueden desprestigiar a la iglesia. Muchos cínicos en el mundo grecorromano abandonaron sus trabajos, un comportamiento que se consideraba como deshonroso en la comunidad.[2]
Pablo está consciente de que cuando los cristianos evaden su responsabilidad de trabajar, se desvirtúa el prestigio de la iglesia como un todo. En 1 Tesalonicenses 4:11–12, es evidente que le preocupa que la sociedad se está formando una imagen incorrecta de la iglesia. Su preocupación tiene mucho sentido en el contexto del mundo grecorromano, ya que lo que estaba ocurriendo en la iglesia en Tesalónica no solo se encontraba por debajo de los estándares sociales de decencia, sino que también hacía que los cristianos caritativos fueran vistos como ingenuos y tontos. Pablo no quiere que los cristianos se queden por debajo de los estándares de la sociedad en lo que respecta al trabajo, sino que los superen. Además, al no cumplir su función dentro de la sociedad, están en peligro de suscitar más rumores y resentimiento contra los cristianos. Pablo anhela que los que persiguen a la iglesia no tengan razones legítimas para ser hostiles. Con respecto al trabajo, los cristianos deberían ser ciudadanos modelo. Al poner en disciplina a los desocupados, la iglesia en realidad se está distanciando de su comportamiento incorrecto.
Los cristianos maduros deben ser ejemplo para los cristianos jóvenes de lo que es una buena ética laboral. Aunque Pablo sabía que el ministro del evangelio tenía derecho a ser sustentado financieramente (1Ti 5:17–18), él mismo se rehusó a echar mano de ello (1Ts 2:9; 2Ts 3:8). Vio que era necesario ser ejemplo para los nuevos creyentes de cómo es la vida cristiana, y eso significaba unirse a ellos en el trabajo. Comúnmente, los filósofos itinerantes en el mundo grecorromano les ponían cargas financieras a sus convertidos, pero a Pablo no le interesaba tener una vida fácil o proyectar una imagen de superioridad por sus tareas espirituales. El liderazgo cristiano es un liderazgo de servicio, incluso en el ámbito del trabajo.
El trabajo manual y el trabajo duro son honorables
Pablo estaba promoviendo una perspectiva positiva del trabajo duro que iba en contra de la cultura. El mundo grecorromano tenía una perspectiva muy negativa del trabajo manual.[3] En cierta medida, esto es entendible teniendo en cuenta lo desagradables que eran los lugares de trabajo manual urbanos. Si la desocupación en Tesalónica era en efecto entre los trabajadores manuales, es sencillo entender lo fácil que debió ser racionalizar esta explotación de la caridad de sus hermanos en vez de regresar a sus lugares de trabajo. Al fin y al cabo, ¿no eran todos los cristianos iguales en Cristo? Sin embargo, Pablo no tiene tiempo para racionalizaciones. Él trata el tema desde una perspectiva arraigada fuertemente en el Antiguo Testamento, donde se muestra a Dios creando a Adán para trabajar, y el trabajo manual de Adán no está separado de la adoración, sino que es una forma de adorar. El punto de vista de Pablo es que el trabajo manual está a la altura de los cristianos, y Pablo mismo había hecho lo que demandaba que hicieran estos hermanos desocupados. El apóstol simplemente ve el trabajo como una forma en la que los creyentes pueden honrar a Dios, mostrarle amor a los demás cristianos y mostrar el poder transformador del evangelio a los de afuera. Quiere que los hermanos desocupados acepten su perspectiva y se conviertan en un ejemplo admirable, no deshonroso, para sus contemporáneos no creyentes.
Gerhard Kittel, Gerhard Friedrich, y Geoffrey William Bromiley, eds., Theological Dictionary of the New Testament [Diccionario teológico del Nuevo Testamento] (Grand Rapids: Eerdmans, 1985), 8:48. Para consultar un estudio útil, ver Ceslas Spicq, “Les Thessalonicien ‘inquiets’ etaientils des parrassuex?” Studia theologica 10 (1956): 1–13.
Ver Abraham J. Malherbe, The Letters to the Thessalonians, Anchor Bible [Las cartas a los tesalonicenses, Biblia Anchor] (Nueva York: Doubleday, 2000), 258–29; íd., Paul and the Thessalonians: The Philosophic Tradition of Pastoral Care [Pablo y los tesalonicenses: la tradición filosófica del cuidado pastoral] (Philadelphia: Fortress, 1987), 99–107.
Ver, por ejemplo, Gustav Wohlenberg, Der erste und zweite Thessalonicherbrief, Kommentar zum Neuen Testament (Leipzig: Deichert, 1903), 93; I. Howard Marshall, 1 and 2 Thessalonians [1 y 2 Tesalonicenses], New Century Bible Commentary [Comentario bíblico Nuevo Siglo] (Londres: Marshall, Morgan, and Scott, 1983), 223; Ernest Best, The First and Second Epistles to the Thessalonians [La primera y la segunda epístola a los tesalonicenses], 2ª ed., British New Testament Conference [Conferencia británica sobre el Nuevo Testamento] (Londres: A & C Black, 1986), 338.