Junias la infiltrada judía en el palacio y benefactora (Romanos 16:7)
A través de los años, los estudiosos bíblicos han estado perplejos acerca de la referencia de Pablo en Romanos 16:7:«Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y compañeros de prisión, que se destacan entre los apóstoles y quienes también vinieron a Cristo antes que yo». ¿Quiénes eran estas personas? Pablo tiene claro que estaban relacionados con él, que habían pasado tiempo en prisión con él, eran apóstoles destacados, y se habían hecho creyentes antes que él. ¿Quién podía cumplir con ese perfil?
Eso apunta a alguien que era judío, había conocido a Jesús en su ministerio terrenal (el requisito para el título de apóstol), y se había afiliado como seguidor de Jesús antes que Pablo mismo. Ahora estaban en Roma.
En su libro Gospel Women, el reconocido investigador bíblico Richard Bauckham nos desenreda los nudos de este misterio, comenzando con una de las mujeres sanadas por Jesús, mencionada en Lucas 8:3. Ella era Juana, esposa de Chuza, el administrador del rey Herodes Antipas. Resulta que el nombre Juana es el hebreo equivalente del nombre romano Junias. ¿Podría Juana de los evangelios ser la misma persona que la apóstol Junias? Mira algunas de las posibles pistas que llevan a esa conclusión.
El nombre Chuza no es judío, y se cree que era nabateo (el rey Herodes Antipas tenía otras conexiones con la familia real nabatea). Pero como ministro de finanzas del rey viviendo en el nuevo palacio estilo romano en la ciudad real de Tiberias, necesitaba una esposa judía conectada con una familia judía acomodada. Entra en escena la joven Juana (probablemente recién entrando en la pubertad cuando se casó con un hombre maduro mucho mayor, Chuza). Aunque el rey Herodes Antipas tenía algo de sangre judía, su reinado dependía de Roma, así que la vida palaciega en Tiberias seguía las prácticas romanas. Probablemente a Juana se le había dado un nombre romano (Junias) y había sido formada en las maneras romanas de actuar y pensar.
Sin embargo, encontramos a Juana por primera vez en la Biblia, no como parte de la familia real, sino como una mujer que necesitaba sanidad. Lucas nos dice que después que Jesús la sanó, ella se hizo parte de su grupo itinerante de mujeres que atendían las necesidades materiales del Salvador. En suma, ella se convirtió en una de sus benefactoras que proveían fondos para apoyar al grupo de Jesús.
Lo que la Biblia no dice es si Chuza había muerto y Juana era viuda o no, pero los estudiosos presumen que probablemente este era el caso (dada la probable disparidad de sus edades). Tampoco la Biblia nos dice que, al viajar con el grupo de Jesús, posteriormente ella podría haberse casado nuevamente, y ser la esposa de Andrés, uno de los discípulos de Jesús. No obstante, si este fuera el caso, ello respondería a todas las pistas que Pablo da en su saludo a esta pareja en Romanos 16:7. Sabemos que Pedro fue el primero que llevó el evangelio a Roma, y es lógico que llevara a su hermano y compañero discípulo, Andrés. Entonces, dado que la carta de Pablo a los romanos fue leída a los cristianos reunidos, él menciona a esta pareja apostólica por sus nombres romanos: Andrónico y Junias.
Pablo no nos dice que en Palestina ellos habían sido Andrés y Juana, pero todas estas pistas coinciden con esa posibilidad.
Precisar la identidad de Junias nos lleva a un fascinante trabajo detectivesco. No obstante, es desafortunado que a menudo tengamos que esforzarnos para develar la significativa labor de las mujeres a través de la historia. En todos los campos de los logros humanos, las contribuciones de las mujeres a menudo han sido o barridas bajo la alfombra, o atribuidas a hombres a quienes vemos como una fuente más probable de innovación, inteligencia o heroísmo. Las mujeres todavía luchan para que se reconozca su trabajo. Y, no obstante, Dios siempre ha visto el valor de las mujeres trabajadoras. A lo largo del Nuevo Testamento, Dios escogió a mujeres tanto como a hombres para que entendieran su mensaje y trabajaran para sus propósitos.