Mujeres hacen posible el trabajo de Jesús (Lucas 4:14-19)
Jesús, que ya ha cumplido treinta años, «regresó a Galilea en el poder del Espíritu, y las nuevas acerca de Él se divulgaron por toda aquella comarca. Y enseñaba en sus sinagogas, siendo alabado por todos» (Lucas 4:14-15). Yendo por las ciudades y aldeas de Galilea proclamando las buenas nuevas de Dios (Lucas 4:18-19), «con Él iban los doce [discípulos varones], y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, y Juana, mujer de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana, y muchas otras que de sus bienes personales contribuían al sostenimiento de ellos» (Lucas 8:1-3).
Estas mujeres, sanadas por Jesús de alguna manera, formaban parte de aquel grupo itinerante que seguía al Señor por Galilea. La labor autodesignada de las mujeres consistía en atender las necesidades físicas de Jesús en sus viajes. Dada la sociedad patriarcal de la Palestina del siglo I, donde las mujeres muy a menudo estaban recluidas, ¿te has preguntado alguna vez cómo podían viajar estas mujeres con Jesús y sus seguidores sin provocar algún indicio de escándalo? El hecho de que ellas tuvieran recursos las convertía en benefactoras con la libertad de ir y venir en público sin ser censuradas. Si alguna vez te has preguntado cómo pudieron sobrevivir Jesús y sus seguidores durante tres años sin una fuente de ingresos evidente, no tienes que mirar más que a estas mujeres.